Ser artista, escritor, intelectual no es sinónimo de buen gusto ni de sentido común, ni de ser sensato a la hora de analizar los problemas de nuestro mundo.
Para ser un buen analista se necesita algo tan elemental como un buen detector de mierda, al decir de Hemingway. El detector de mierda es aquel sexto sentido que nos hace estar alertas ante determinados hechos y circunstancias de la vida.
Es aquel que nos permite identificar un bestseller que al leerlo nos damos cuenta que es humo engañabobos, una película sobre una tragedia de un trasatlántico que se convierte en una tragicomedia para ignorantes o un político que habla bonito y esconde un cerebro de paja y un deseo vengativo hacia la humanidad que comparte sus ideas.
La frase que encabeza este texto fue expresada en el periódico El País, el 2 de agosto de 2009, por Miguel Ángel Moratinos, Ministro de Relaciones Exteriores de España. Un público defensor de la causa palestina y admirador oculto de personajes de corte autoritario.
Por desgracia no es el único.
Baste ver la imagen de un Oliver Stone en Cannes flanqueado por su nueva estrella cinematográfica, Hugo Chávez. Stone encantado de causar polémica con su oportunismo, o creyendo realmente en causas ajenas a la democracia de la que goza en su país para hacerle un documental a Fidel Castro y otro a Hugo Chávez, dando de ellos una imagen distorsionada e irreal escondiendo sus autoritarismos.
O un tipejo como Michael Moore diciendo que no se inventa hechos para sus documentales cuando los que no nos dejamos llevar por la ideotología izquierdista sabemos que cita noticias de periódicos que nunca se publicaron y que utiliza un argumento y su contrario según la conveniencia de la idea que pretende ideotologizar a su público.
Lo interesante de estos defensores de la libertad y la soberanía de los gobiernos de Venezuela y Cuba es que critican la falta de libertad en los medios de Estados Unidos, los mismos que les pagan por hacer documentales sobre la libertad y la democracia en dictaduras evidentes o encubiertas. Ver para creer.
Critican a los presidentes norteamericanos, echan pestes –¿cómo iba a ser de otra manera?– del capitalismo, el sistema que más logros humanos y mejor nivel de vida ha creado en la historia de la humanidad, mandan a callar a los jefes de estado contrarios a las dictaduras, ensalzan a los represores de la libertad y la democracia de la que gozan, muchas veces con dinero del contribuyente norteamericano, y regresan a sus residencias en el pérfido imperio que odian sin el temor de que a las 4 de la mañana la policía política toque a sus puertas para ajustar cuentas.
Los que no nos dejamos ideotologizar tampoco nos dejamos engañar. Sabemos que los sistemas que encarnan Castro y Chávez –esos socialistas que se visten con trajes deportivos de Adidas y se hospedan en habitaciones de Madrid de 3500 euros la noche con dinero del contribuyente de su país– tienen los días contados. Un sistema que oprime a sus ciudadanos mientras tienen en frente uno que les ofrece libertad tiene garantizado su final. ¡Por suerte!