No creo que todos los políticos sean corruptos. Tampoco creo que la política sea un mundo sucio y lleno de bajezas. Sin embargo si existe una mala política que condiciona, y a veces determina, muchos elementos importantes de la vida que no están entre las preocupaciones de la gente.
Política es todo, desde elegir el presidente del gobierno hasta comprar en un supermercado y no en otro. Decidir por Nokia o Iphone, Windows o Apple, trabajar en una ciudad y no en otra, comprar Cava o Champagne, todo es político, aunque no siempre sea evidente.
Por eso es importante que los ciudadanos seamos conscientes de los hechos que nos llevan a tomar unas decisiones y no otras. Un rasgo de madurez de una democracia es cuando sus ciudadanos son capaces de organizarse, decidir, votar, proponer; en resumidas cuentas, ser conscientes de su fuerza política a través de la sociedad civil.
Y por eso molesta ver la pasividad de la gente cuando los políticos se enfrascan en luchas intestinas por cuestiones como que la lengua de una región española no sea el español, que una comunidad autónoma sea declarada una nación independiente de España o que las niñas de 16 años puedan abortar sin permiso de sus padres.
Pero si malo es que seamos pasivos ante la mala política, peor es cuando las decisiones de la gente normal está influenciada por esta mala política o cuestiones cercanas a ella.
Me ha llamado mucho la atención que las familias de los pescadores vascos que estuvieron secuestrados hayan decidido que era más importante demostrar públicamente su desagrado a montar en un avión de las fuerzas armadas españolas que ver a sus familiares rescatados por el gobierno español, con suficiente dinero por medio, en Las Seychelles.
Es una decisión complicada, explicada públicamente por “otros motivos personales”, sinuosa, cargada de pretextos poco serios, pero al final una decisión concreta. No viajar en un avión español por odiar lo español.
Me recuerda las elecciones en Cuba; o mejor, el derecho de querer ser independiente en Cuba a la hora de no querer ejercer el voto en las elecciones fraudulentas del gobierno comunista cubano.
Es casi imposible en Cuba, como en el país vasco, querer ser independiente. No hace falta que el gobierno vaya a tu casa a obligarte, ni que ETA te deje un aviso en la puerta de tu casa. Basta con que las personas que están a tu alrededor, familiares, amigos, conocidos, te miren mal o te presionen suavemente para que hagas lo que se exige públicamente.
¿Cómo negarle a una madre que te diga que votes por ella, cómo a un hermano que no destaques ante los que marcan la política, cómo que un padre te hable de tiempos peores donde todo era peor.
Esta negativa de las familias vascas es una muestra más de esa triste forma en que a veces nuestras decisiones están negativamente influenciadas por la mala política, por ambientes corrosivos y corruptos donde nuestra libertad de decidir está determinada por los que hacen la política y no al revés, que es cómo debería ser.
Por desgracia, en esto, todavía estamos en España, lejos de las democracias consolidadas y más cerca de Cuba, Venezuela y China. Así van las cosas en el país vasco.