La muerte es el camino fácil

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He vuelto a vivirlo, me ha vuelto a escocer en la piel aquella idea que tanto me acosaba en la isla de donde vengo de que vivir es duro. La vida es una extraña estancia, un caos absurdo donde un equilibrio vital nos permite interactuar con otros equilibrios entre dos nulidades. Nada había antes, nada habrá después, al menos como experiencia personal.

Estamos apenas unas vacaciones veraniegas de…, digamos… cien años, como mucho, donde todo se reduce a subsistir, intentar mantener algunas pocas certezas como no morir (al menos no tan pronto), comer lo mejor posible (en algunos lo más que se pueda), tener sexo para no volvernos locos destrozados por la mala leche y alguna cosa más.

Por eso a veces es tentador volver a la nada, dejarse vencer porque no siempre comer, vivir y follar (aquí escoger el verbo que más os guste para unir penes con vaginas, o vaginas con vaginas, o penes con penes, y cualquier otra variante que es mejor no mencionar). Como sea, todo ello no es fácil. Porque no siempre franquear el domingo de esa semana que es la vida, podemos descansar, pasarlo bien, tener todo lo necesario para no pensar más que en otras cosas que no sea retrasar el momento de volver a la nada.

Vivir no es fácil, pero morir…

En un capítulo de la poco comprendida –aunque magnífica– serie Carnivale John, el protagonista –por llamarle de algún modo– quiere rescatar a una amiga en poder de unos fanáticos religiosos subyugados por el poder de un predicador poseído por un demonio. Los amigos le advierten que no saldrá con vida pero él quiere entrar de todas maneras aunque en ello le vaya la vida.

Uno de los amigos se enfurece y le pregunta porqué ese martirologio de querer morir por una causa como otros mártires de la historia donde incluye a Jesús y San Juan Bautista.

–Ellos hicieron lo que tenían que hacer –responde John.

–Tonterías –insiste el amigo–. ¿Crees que el Señor tuvo que morir para justificarse? Si cuando le dijeron: «Baja de la cruz» ¿Jesús hubiera bajado y les hubiera escupido en la cara? ¿Habría pasado algo malo?

–Es tontería más grande que he oído en mi vida –insiste John.

–¡No, no lo es! La tontería más grande es morir cuando no toca. Morir, sólo porque no eres bueno para vivir.

–¡Eso no es verdad!

– Es verdad y lo sabes. Y te diré otra verdad. En esta vida la muerte es el camino más fácil.

Sí, es verdad, vivir es duro, pero es lo más enriquecedor. Morir es con seguridad el camino más sencillo, porque implica dejar todo detrás, abandonar la ciudad de una vez para llegar a otro sitio que si eres cristiano tampoco alcanzarás si lo haces a voluntad.

Pero no soy cristiano, ni siquiera tengo religión. Soy inconforme, testarudo, incapaz de creer que existe un destino trazado, porque yo soy mi destino, porque yo decido mi ciudad, y cómo pasar este domingo, y con quién comer, y con quien follar, y con quién ser feliz por más que me haga infeliz. Yo soy mi mano derecha y mi mano izquierda, y mi director de orquesta, y mi propio capataz, y soy mi propio Jesús, y mi propio Dios. Sí, soy Dios, el mío, el que decide adónde voy y donde me quedo.

Vivir es duro, pero es, con mucho, más interesante. Porque es donde escojo, donde decido, donde puedo hacer algo que los demás valoren o destrocen, pero hacer igual. Vivo en un mundo caótico, incómodo, desigual, pero lo fue así hace cien años y mil, y un millón de años, y lo será, y espero que cada vez menos.

Vivir es duro, es difícil, pero es lo más apasionante.

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