Literatura, creatividad y neurosis

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Los escritores (en general los artistas que conozco) vivimos como encerrados en nuestro propio cerebro. Somos gente que vive mucho en la nube, y que además tiende a considerar que eso que tienes dentro del cerebro, es importantísimo y que el resto del planeta, no. Entonces es bueno que te vayas a un sitio a ser esta persona y vuelvas como un ser humano normal. [1]

blankEl comentario es del escritor Santiago Roncagioglo en una entrevista de Onda Cero Radio. Y, con algún mínimo matiz, me veo retratado en él.

Por absurdo y egoísta que pueda parecer esa idea quien haya tenido un momento creativo intenso, en cualquier área de la creatividad humana y no sólo en el arte, sabe que el mundo deja de girar para centrarse única y exclusivamente en ese momento.

Según Philippe Brenot en El genio y la locura, existen estados de alteración de la conciencia que permiten a un artista crear en situaciones imprevistas. No ensalzo la locura ni la exaltación psicológica para la creación. Sabidas son las consecuencias negativas que las drogas (aquí incluyo el alcohol) han dejado en escritores, músicos y otros artistas de valía a los que ha convertido en verdaderos despojos humanos, pero sí defiendo la búsqueda de un mínimo estado de conciencia perturbado para la creación. Y no sé si exagero al llamarlo así.

Escribir es un trabajo. Escribir de verdad, crear mundos inexistentes, intentar convencer a mucha gente de una invención y que se diviertan o reflexionen con ella y la compartan con otros, dejar plasmada una idea que resista un mínimo de tiempo, es un trabajo durísimo. No te romperás las manos como un carpintero, no te caerás de un poste como un electricista, no te destrozas la piel con el sol como un labriego, ni se te agotan los pulmones con humo como a un minero.

Pero repito: Escribir es un trabajo. Físicamente también te consume, la vista y la espalda sufren, pero más allá de esos lastres profesionales existe todo un maremágnum de inconvenientes cerebrales dignos de mención y que te llenan a todas horas convirtiéndote en un trabajador a tiempo completo, no sólo durante una jornada de trabajo establecida por ley. Porque la creación literaria es más que las horas que te sientas a llenar folios.

Muchas veces he intentado explicarles a los amigos que no tienen este hábito de las letras, que cuando estamos bebiendo en un bar, el hecho más intrascendente puede ser motivo de una novela, y que un ensimismamiento inusual, puede ser la búsqueda interior de una solución para un problema literario que nos espera en casa. El escritor es como una esponja, que recoge todo lo que está en su entorno, luego, cuando exprime el cerebro, saca la mayor parte de lo absorbido por inútil, pero se queda con una pequeña parte, que luego convierte en otra cosa. Y esto tan sencillo de asumir por un creador, le cuesta un mundo verlo a quien va al trabajo todos los días a cumplir un horario.

La idea del escritor en las nubes es una idea tan bonita como irreal, al menos en parte. Porque sí, está en las nubes en ciertos momentos de la creación, cuando su mente está absorta por una idea obsesiva y muchas veces improductiva, pero mientras tanto, si es capaz de salirse de ella y no experimentar con sustancias que lo lleven todo el tiempo a ese estado, es una de las personas que más sufre y mejor disimula su disgusto con el medio, sobre todo si se toma en serio su trabajo.

Lo que sí parece deseable es que, como dice Brenot, vuelva a esa nube creativa mientras está pariendo ideas nuevas. Llegar a esa etapa, tener ese estado de alteración creativo, probablemente sea innato en un genio, pero un creador que afronta su arte como un trabajo, no tiene siempre, ni de manera natural, estos estados alterados de conciencia, por eso los debe aprender, y por eso la invitación –como se hace en no pocas de las estrategias del coach moderno en creatividad– a intentar la creación desde perspectivas inesperadas, como forma de abordarla de manera diferente.

Para precisar los argumentos, en numerosos estudios se describen algunas características que reúnen las personas creativas. Cualquiera que haya visto una película sobre un artista (no digo ya los que leemos biografías sobre ellos) ha visto repetidas estas particularidades a través de la Historia en el mundo del arte.

Lee Hausner reconoce al menos 3 características fundamentales.

(1) «Muestran el deseo, incluso la necesidad, de mejorar las cosas», y se motivan para lograrlo.

(2) Tienen la facultad de ver los otros ángulos de las cosas o situaciones, de no verlas desde una sola perspectiva, por eso puede descubrir usos inesperados a los objetos comunes, hacer las tareas cotidianas de una forma imprevista y cuestionar las normas aceptadas y el saber convencional.

(3) «Mantienen la mente abierta frente a las ideas nuevas, sobre todo cuando son absurdas o inusuales».[2]

Otros autores como William C. Miller, aumenta hasta ocho las destrezas que aprecia en las personas creativas:

(1) Aprecian los fenómenos con amplitud y desde perspectivas no tradicionales.

(2) Suelen toman la iniciativa.

(3) Están disponibles a hacer las cosas de manera diferente.

(4) Se interesan por las ideas ajenas.

(5) Generan muchas y nuevas iniciativas.

(6) Toman decisiones basadas en sus valores.

(7) Al contrario de la norma suelen actuar y son persistentes en su idea.

(8) Comparten el crédito ante sí mismos y ante los demás.[3]

De forma general, se piensa al SER creativo como la persona que es capaz de cambiar entre las ideas más imaginativas y la realidad con relativa facilidad, es propensa a la originalidad y menos a seguir las reglas, se autoexige una alta motivación, son ambiciosos, flexibles ante los cambios, pero, sobre todo, son más neuróticos, volátiles, individualistas y de carácter difícil, rozando, incluso, a veces, la misantropía. Si no fuera porque parecería pretencioso diría que me describen.

Volviendo a lo concreto, esto último es lo que nos ocupa. Este estado de alteración inusual de la conciencia, que nos lleva a preocuparnos más del entorno, pero a abordarlo de forma diferente es lo que, probablemente, es más insoportable en un artista para los que no entienden esta forma de vida. Y es que este aprendizaje no siempre es cómodo para quienes nos rodean.

Por eso insisto una y otra vez en no intentar cambiar, ni idealizar, a las personas creativas que admiramos. Especialmente si tú mismo no eres una persona creativa y no entiendes por qué alguien que no comprendes desafía normas que para ti son sagradas.

Muchas bellas novelas, hermosos cuadros o canciones inolvidables tuvieron a su creador sumido en eternas sesiones de introspección de las que, si le abordaban, salía respondiendo de forma brusca, en semanas o meses de insomnio, interminables momentos de agobios personales porque no encontraban la voz del protagonista, la nota adecuada, el color necesario.

Soportar a un creador –incluso los más sensatos, los menos neuróticos y más sociales– exige una mente que conozca un mínimo los entresijos del camino creativo, lo tortuoso de trabajar creando mundos ajenos o inexistentes, la inestabilidad emocional de conocer los furtivos designios del alma y seguir creyendo en el ser humano.

No idealices al creador artístico o literario, está lleno de defectos insoportables. Como tú y como todos, aunque quizás, menos soportables.

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[1] Onda Cero Radio. (2016, marzo 16). Santiago Roncagliolo: «La memoria es una ficción, todo el mundo queda bien en sus memorias» | Onda Cero Radio. https://www.ondacero.es/programas/julia-en-la-onda/audios-podcast/entrevistas/santiago-roncagliolo_2016031656e99b384beb280c9026cd43.html

[2] Hausner L. & Schlosberg J. (1998). Teaching your child creativity. LifeLine Press ; Distributed to the trade by National Book Network. P. 28-29.

[3] Miller, W. (2000). The Flash of Brilliance Workbook. New York. E.E.U.U.: Perseu Books.

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