Cuando leí el libro de José Antonio Marina, La inteligencia fracasada, siempre me sorprendió la cantidad de personas que conocía que se ajustaban a la metodología que él propone.
A grandes rasgos Marina planteaba en su libro la siguiente tesis:
“Una persona muy inteligente puede usar su inteligencia estúpidamente. Ésta es la esencia del fracaso, la gran paradoja de la inteligencia, que, como todas las paradojas, produce una especie de mareo. La discrepancia entre “ser” inteligente y “comportarse” inteligentemente nos revela que entre ambos niveles hay un hiato, donde actúa un campo de fuerzas mal descrito…” (José Antonio Marina, La inteligencia fracasada. Anagrama, Barcelona, 2008, pág. 18).
Se puede tener una capacidad razonable de inteligencia, esto es de solucionar problemas mentales o prácticos de manera más o menos solvente, y sin embargo tener impedimentos que impiden razonar de manera adecuada sobre ellos u otros problemas.
Marina da algunas claves de cómo las personas se ponen estos obstáculos para comprender el mundo. Obstáculos evidenciados a través de los prejuicios, los fanatismos, las supersticiones, los dogmas, etc.
De todos ellos los que más me entristecen, por obvia cercanía, son algunos cubanos que viven fuera de la isla y que aún tienen la mente anclada en los archipiélagos mentales creados por el gobierno comunista de la isla. En mi vida de exilio he conocido no pocos cubanos que creen que Fidel Castro no es el culpable de la miseria y falta de libertades del cubano, sino el resto de los funcionarios del gobierno que viven de su bondad. He visto cubanos que aseguran, y se lo creen, que en Cuba no hay corrupción, racismo, pederastia, niños con piel atópica, delincuencia de sangre, enfermos de Alzheimer o Síndrome de Diógenes, artistas presos por serlo, homosexuales discriminados por el Estado, etc.
Claro, al creer que en Cuba no existe todo esto, culpan al país donde viven en su exilio por tenerlo, o peor, al capitalismo por producirlo. Y lo triste no es sólo que lo crean, sino que tienen delante los argumentos, las verdades que les permitirían saber que lo que creen no es verdad, pero tienen prejuicios afincados, creencias consolidadas que les impiden dar un paso más allá de la mentira que les obligaron a profesar.
Mi experiencia personal: conocí un técnico de sonido que trabajaba para el Ministerio de Cultura, que luego se supo que violaba a su propia hija, y cualquiera que haya estado en becas cubanas, en los internados en el campo, sabe de mayores en tratos sexuales con menores. Asesinatos en Cuba recuerda quien estuvo en las exposiciones que se presentaban sobre el trabajo del Ministerio del Interior, y que con el tiempo se han dulcificado para evitar presentar una realidad que se quiere esconder; y más de uno tiene experiencias personales de amigos, conocidos o conocidos de conocidos que morían por causas violentas, pero como en Cuba no existe la prensa amarilla (podría decir que no existe ninguna prensa) eso no aparece en las noticias.
Visto así, los niños con piel atópica, el Alzheimer o los síndromes son parte intrínseca y oculta de esa sociedad que se jacta de tener la mejor salud y los mejores médicos del mundo, pero al ocultarlo no engañan a los que saben que existe en todos los lugares del mundo. En unos aparece en la prensa, en otros, simplemente se esconde.
Lo que más me duele no es que estos pretendidos «inteligentes» fracasados crean lo que les venga en gana sino que sus argumentos los sueltan a los cuatro vientos contaminando a no cubanos que se terminan creyendo que Cuba está libre de estas enfermedades o aquellas lacras. Allí donde un gobierno es dueño de la prensa, estas lacras no existen. Lo más patético es que haya quien no sea capaz de comprender que no existen por mandato del líder supremo mientras en la calle la gente se sigue matando, muriendo de enfermedades que pasan por locuras y los niños están más desprotegidos ante los pederastas. Porque no hay peor situación para resolver un problema, que no reconocerlo. Quien es negro, niño, mujer, anciano, enfermo crónico, en Cuba lo sabe. A ellos hay que preguntarles.