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Vienen spoilers, pero, incluso sabiendo parte de la trama, nada impedirá que esta película te remueva las tripas.
Una de las ideas más repetidas (y no menos cierta) expone que para unos padres la peor de las situaciones es enfrentarse a que le suceda algo cruel a sus hijos. Y pasa que es verdad, como muchos otros lugares comunes que encierran algún tipo de verdad, no siempre verificable; pero esta sí lo es y quien tiene hijos sabrá de qué estoy hablando.
La película Nelyubov, Sin amor o Loveless, en su versión inglesa, parte de esa base. Un niño de padres separados desaparece de manera absurda e inexplicable y se pone en funcionamiento todo un mecanismo burocrático para encontrarlo. Hasta aquí no hay nada que pueda diferenciar a Sin amor de otras tantas películas sobre el mismo tema. Podemos recordar la absurda, pero real historia de los llamados crímenes de Wineville que relata Changeling, el filme de Clint Eastwood, protagonizado por Angelina Jolie, que destapa la chapuza en este caso concreto y una corrupción general dentro del departamento de policía de Los Ángeles.
En cualquier caso, lo que hace diferente a Sin amor es una impecable estructura argumental y las reflexiones que produce su desenlace. Me explico.
Muchos dicen ver solo películas positivas porque la vida es tan dura que prefieren la ficción para disfrutar. Y bien, aquí no hay nada que objetar, pero de la misma manera, deberían aceptar que divertir es sólo una de las tantas funciones de la ficción, porque también busca, muchas veces, probablemente la mayoría de ellas, hacernos reflexionar.
Pensar, y en especial, hacerlo sobre uno mismo y tratar de responder a preguntas que por lo general no tienen respuesta, o que es difícil encontrarla, es quizás, el elemento más diferenciador de nuestra especie con el resto de los animales. Tenemos conciencia de nosotros mismos, de nuestra particularidad y redundancia, de nuestra posición en el mundo y en el universo, y tratamos de encontrar respuestas cueste lo que cueste.
La mayoría de los filmes que tratan el tema de personas desaparecidas, y en especial niños, no tienen como objetivo fundamental (y ni siquiera lo plantean) el divertimento, sino el de crear una conciencia sobre el tema o denunciar la apatía o mala voluntad de algunos servicios destinados a encontrar personas desaparecidas.
No puedo asegurar esto que expongo, porque seguramente hay un número concreto de películas sobre el tema que no he visto, pero de las que sí he visto, lo que hace diferente a Sin amor es su imitación casi milimétrica con la realidad.
Los tiros de cámara, los planos secuencia, los giros argumentales, todo en esta película conlleva a la posición del espectador como un testigo más en la historia, y más que otros filmes del mismo tema, y provoca que la angustia por no saber lo que pasa, por desconocer lo que está sucediendo ante nuestros ojos sea aún mayor.
Alguna vez dije que lo que no podemos explicar es desasosegante. Cuando algo malo nos pasa, pero sabemos las causas y los motivos del por qué sucede, la angustia está tasada, medida, controlada. Cada ser humano tiene respuestas diferentes ante el dolor, ante la crueldad; unos avanzan, otros se estancan y unos terceros deciden quitarse del medio, pero podemos valorar el desagravio de la respuesta obtenida.
Cuando no podemos explicar, cuando la causa no existe o no la conocemos, cuando la incertidumbre nos consume el día a día, en esa circunstancia la angustia es inabarcable, inmensurable, más allá de toda lógica o razón.
Sin amor, la película de Andréi Zviáguintsev gana en todos los posibles debates sobre las otras películas en acercarse a este tema con la crudeza de la misma realidad. No es necesario exagerar nada, ni presentar imágenes desagradables, ni arrimarse al gore, que, por lo general, desapruebo (con escaso éxito) en el cine y en todas las demás artes. El director ruso no filma; o mejor, no solo filma, relata, narra como un gran novelista, pero no con palabras sino con movimientos de cámara perfectamente estudiados, con planos secuencias muy bien sincronizados, con picados y contrapicados muy bien elegidos.
Nos está narrando una historia cuyo desenlace, cuya explicación no existe o tenemos que rellenarla nosotros como espectadores, lo cual la acerca tanto a la realidad que están sufriendo sus padres en la historia, que llega a ser insoportable.
Si te gusta el cine diferente, más allá de las clásicas historias que entretienen a todos, esta película, metafóricamente, te revolverá las entrañas, te hará pensar, te obligará a estar alerta, te hará mirar la realidad de otra manera. ¿Para qué si no está la buena ficción?