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Una amiga me dice que no pretende ver el filme The Zone of Interest. Sus argumentos tienen valor: “ya sé lo que pasó en un campo de concentración, nadie tiene que enseñármelo. Meter una cámara ahí es afán de morbo, más que de mostrar algo importante porque el mundo no va a cambiar porque alguien enseñe lo imperturbables que vivían las familias de los altos jefes nazis.”
Y yo creo que tiene razón desde el punto de vista humano con dos argumentos. La ficción no parece cambiar el mundo, al menos, no de forma evidente, y esto ya lo hemos comentado. Y el filme The Zone of Interest es durísimo. Quien conoce lo que expone, no podrá evitar sentir una angustia que muy pocas ficciones pueden provocar de esa manera tan sutil, pero efectiva.
Por empezar por lo primero, suele pasarme que tras los primeros veinte o treinta minutos de no pocas películas suelo levantarme, tomarme un vaso de agua, ir al baño, despejar la cabeza. Si estoy en el cine tengo un momento de pérdida de la atención, lo mínimo para reconectar con la historia, y en algunos casos, como en películas infantiles que veo con mi hija, hasta puedo echarme una cabezada de par de minutos.
Con The Zone of Interest no existe forma humana de desviar la atención o levantarte a reconectar. Con este filme inglés, de temática alemana, no pude levantarme hasta que terminó. El desasosiego por lo que pasa en pantalla, pero, sobre todo, por lo que NO ves en pantalla, es muy inquietante.
Para hacerlo aún más impactante, existe un manejo muy eficaz del sonido. Todo lo que escuchas de fondo mientras ves un diálogo intrascendente entre varias personas hablando de amor, del tiempo, de fruslerías varias, es lo que más te deja sin aliento.
Por ponerle un “pero”, (y trataré de no hacer spoiler al argumentarlo) hay una escena muy concreta, que rompe con la dinámica estructural del argumento. La verás porque destaca excesivamente, y yo entiendo el afán moralizador que pretende: quizás la idea de cómo el terror creado por el ser humano puede llegar a ser turismo, es decir, al hecho de viajar por placer. Pero yo hubiese evitado la escena.
Y aquí entiendo, de manera humana y personal, por qué alguien se niega a desfilar por ese momento de angustia, pero desde el punto de vista de la ficción como reveladora de la realidad desde otro punto de vista; aquí, mi amiga, ya no tiene todo el viento a su favor.
The Zone of Interest, y cualquier filme angustioso que obligue a reflexionar sobre el mundo en que vivimos, debe existir. La idea de que la ficción no cambia el mundo es cierta, tan sólo si pensamos en términos inmediatos. Nadie puede creer que tras ver el filme V for Vendetta, todos los que salimos del cine vamos directo a cambiar el gobierno al congreso de los diputados con atentados. Pero quizás, si de los cien espectadores que había en la sala, al menos quince sufren un vuelco espiritual que los lleve a ser conscientes de reaccionar ante los desafueros de un gobierno injusto, ya merece la pena que exista el filme.
En esta sociedad banal, donde un rapero “famoso por hacer música”, se sorprende al descubrir por primera vez que existe un músico y baterista que se llama Phil Collins; donde una mujer considera que la luna (muy feminista ella) es más importante que el sol, porque nos ilumina cuando hay oscuridad, lo que no hace el sol; o existen seres humanos que no conocen, o incluso niegan, el holocausto judío, ¿no creen que es necesario volver sobre temas trillados a través de otra forma de contar?
Si aceptamos que la historia de ficción del africano Amadou, que nos cuenta el filme El invasor (L’envahisseur), y su brega para sobrevivir en un país donde no tiene amigos familia ni raíces, nos conmueve más que la noticia del telediario de varios inmigrantes huyendo al llegar la policía, la ficción ya tiene un sentido.
Sabemos que la ficción es ilusoria, una mentira; incluso basada en la realidad es apenas la visión de un creador, de alguien que cuenta su punto de vista con las herramientas que mejor conoce. La misma realidad, vista desde la mirada de otro creador, nos contaría una historia distinta, o nos hace mirar a un lugar diferente de esa misma realidad.
Esto, que ya lo hemos explicado más de una vez, no lo olvidemos nunca: esa representación ilusoria de la realidad, al presentarla de otra manera que no esperas, puede hacerte reflexionar, a veces, más que la realidad misma.
Por eso defiendo el cine desapacible, incluso algún que otro filme áspero, brutal, que a mí no me agrada especialmente, y defiendo la pertinencia de un gran filme como The Zone of Interest, (por cierto basado en una novela de Martin Amis) que ha tenido muy pocos rivales en cualquier festival o competición que se ha presentado. Una verdadera joya que nos hace mirar a un punto de la realidad que algunos rara vez miramos y otros no conocen.