Unorthodox. La fuerza de los personajes

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blankRecuerdo aquella frase que habla de la labor del periodismo; dice más o menos que el periodismo es contar que murió un personaje a gente que no sabía que existía dicho personaje. La frase a veces encaja para la ficción, dándole la vuelta, pero encaja. La ficción es maravillosa y la serie Unorthodox lo demuestra.

Poco podemos –o pocos pueden– comentar sobre comunidades cerradas, grupos humanos que deciden vivir alejados, o casi, del resto de la sociedad, en una congregación hermética en torno a un ideal que a veces roza lo sectario. La tendencia de los que no conocemos es esta última, señalar que es una secta y encerrarlo todo en esta categoría, que explica una parte, pero no todo; porque sabemos que una secta limita la libertad en función de su ideal, pero no sabemos exactamente qué ocurre dentro de ellas.

La virtud de esta serie es contarnos por qué Esther (Esty) escapa de su familia de judíos ortodoxos en Nueva York y viaja a Europa para alejarse del hermetismo de dicha comunidad. No hago destripes, es la sinopsis de la serie y la base del argumento que sabemos en los primeros 15 minutos del primer capítulo.

La directora, Maria Schrader sabe que su objetivo es llegar a gente que no sabemos, o apenas imaginamos, lo que ocurre en el interior de ese espacio misterioso y estructura la narración en dos espacios temporales cuya frontera argumental es la decisión de Esther. Uno de esos espacios va desde que Esther cumple la edad para cumplir sus labores de esposa y madre dentro de la comunidad hasta que escapa, y la otra narra las consecuencias que tiene esta huida hasta cierto momento del futuro tras someterse a un test que puede cambiar su vida.

Como vasos comunicantes cada historia gira en torno a esa huida, una contamina a la otra, y aporta cierto grado de suspense, dado que permite ir descubriendo los motivos del argumento cuando ya sabemos lo que va a pasar, pues lo hemos visto en el primer capítulo.

Lo que más me sorprende de Unorthodox es la fuerza de sus personajes, la increíble capacidad de transmitir emociones enfrentadas, en especial de Esty, la protagonista, que a cada paso que da fuera de su comunidad, descubre algo común para cualquiera de nosotros, escenas cotidianas o lugares que apenas miramos, y que a ella la deslumbran tanto como la inquietan.

Es tal la intensidad de todo lo Esty ve, todo lo que vive, todo lo que descubrimos junto a ella, que los espectadores llegamos a sentir por momentos que la vida fuera de la comunidad es nueva también para nosotros, que escapamos de la comunidad y la vida es tan nueva como si hubiéramos vivido en aquel espacio cerrado a la vida cotidiana del que escapamos.

Estos momentos de descubrimiento van desde un baño en un lago hasta usar por vez primera un lápiz labial (que no en vano es marca Epiphany) son sus pequeños momentos trascendentales que llevan a grandes epifanías, esos hechos, escenas y lugares que la mayoría hemos tenido y que de un plumazo nos hacen conscientes de algo que teníamos delante de nuestros ojos, pero hasta entonces éramos incapaces de reconocer.

Quizás, como crítica, hay tantos de estos momentos trascendentales en Unorthodox, que por momentos puede llegar a rebosar la paciencia de los más exigentes que ya estamos esperando cuál es el siguiente y se nos hacen predecibles; aunque, en la lógica del argumento trazado para esta historia muchos espectadores ni lo notarán y hasta los consideren inevitables.

Como sea, una serie con un objetivo concreto, que no pretende ser más que lo propone, que apunta directamente como una fecha a un blanco al que acierta en el centro, con una precisión milimétrica. Como curiosidad de creador de ficciones, no dejo de preguntarme cuando llega el final, ¿y ahora qué Esty?

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