La serpiente que mordió la fruta prohibida

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blankLa noticia probablemente no fue portada de ningún periódico mundial, nadie le prestó mucha atención y apenas algún periódico  la llevó a sus páginas online (no sé en prensa escrita) junto a otras webs mundiales por lo insólito, pero la realidad es que todo fue tan rápido y surrealista que me llamó la atención cuando una gran amiga, se hizo eco de ella en su perfil de Facebook.

Un reptil, ofidio maligno que se lleva nuestras malas babas porque la vimos en el Paraíso sacándole la lengua a Eva –y Eva se dejó tentar, inteligente ella (tenía que ser mujer), no como el simple de su marido, quizás más preocupado por la moral imperante– se atrevió a atacar (no sé si morder el pecho de una pornostar es atacar) a Orti Fox.

El vídeo que se ve de la noticia nos deja los pelos de punta. No soy cristiano, no tuve educación cristiana y nada me obliga por tradición a odiar a los reptiles, pero me desagradan; mucho. Punto menos que los insectos pero no me hacen gracia las lenguas bífidas y las panzas que se arrastran por el suelo (juro que esto va sin segundas).

Ver aquel bicho impulsando sus malas intenciones sobre la ¿actriz?, clavando sus dientes sobre la piel de la ¿chica?, me dejó con muy mala opinión, más de la que ya tenía, sobre estos animalejos que se dedican a manipular al personal.

Pero hete aquí que cambian las tornas cuando leo que la ¿modelo? Israelí salió muy bien de su ingreso, pero el bicho murió poco después.

¿Cómo que murió?, me pregunto. Pues sí hombre, los ¿pechos? de la señora tenían demasiadas sustancias prohibidas que el señor de nombre Jehová tuvo la previsión de no incluir en la fruta –¿o fruto? – prohibida porque si no quién sabe cuál hubiera sido el destino de la humanidad. Pechos de silicona: mira por donde se les encuentra una utilidad. «Ponte pechos falsos y te salvas de la mordida de una serpiente, podría ser el lema de la campaña de la clínica que le hizo este trabajo a la pornostar.

¡Vaya, hombre! ¿Quién iba a decirme que iba a sentir lástima de un bicho como este? Bicho malo nunca muere. ¿Aquí se habrá cumplido el refrán?

Alguien dejó dicho en el perfil de la historiadora mexicana que quizás el animalito era medio sordo y entendió mal la orden de los entrenadores que luego intentaron despegarla de aquellos balones de sabrá-Dios-qué-cosa. Entendió traga donde le dijeron escupe.

Y yo me pregunto: ¿le habría pasado lo mismo si le ataca los labios? Mirando la cara de la ¿actriz? tengo una respuesta clara. ¿Tú qué crees?

3 comentarios en “La serpiente que mordió la fruta prohibida

  1. He consultado varios manuales sobre escritura y el tuyo «Cómo se escribe una novela», Edit. Berenice 2006, me ha parecido particularmente interesante y condensado además de contener gran cantidad de ejemplos de escritores bastante conocidos. Lo recomiendo a escritores noveles o profesores de lengua para aplicarlo parcialmente con sus alumnos, especialmente si hay actividades de comentario o taller de escritura narrativa.

  2. Es un honor que me hace. Lo escribí pensando en algo que percibí de la enseñanza creativa. El mundo anglosajón estaba (está) lleno de libros sencillos que enseñan a escribir o leer mejor. Hasta ese momento sólo recordaba en español «Cartas a un joven novelista», de Mario Vargas Llosa. Lo escribí desde el español pero con el punto de mira puesto en la literatura norteamericana. Así salió.

  3. Creo, Héctor, que cuando vives en una tribu trasladándose de aquí para allá en zonas desérticas (como lo estarían los israelitas «al inicio del mundo»), es fácil echarle la culpa de todo a la serpiente; que sería el totí si hubiésemos sido los cubanos un pueblo tan disciplinado (al menos tanto como para componer y escribir una gran crónica colectiva, que también la grey de Abraham, Moisés y demás profetas se desmelenaba a la primera oportunidad, para justo enojo de un -sin embargo- paciente Dios).

    Decía que la serpiente es propicia como símbolo del mal; pero ningún cristiano tiene «tradición de odiar a los reptiles», faltaría más, en todo caso tienes la obligación moral de evitar el mal. La serpiente, además, fue un mero intermediario, un esteta, si me apuras: el verdadero peligro estaba en la fruta; mostrar la voluptuosidad, la jugosidad, el oculto sabor de la fruta fue el verdadero talento de este bífido, por lo cual quedó marcado de por vida, al menos en nuestra cultura. Por tanto, ni siquiera la serpiente (cuando se cree su propio discurso, cuando se relaja su naturaleza taimada), está libre de ser tentada. Sospecho que la pobre serpiente de esta historia, cuando tuvo a la fruta al alcance de la vista y de su extensión, cayó bajo el embrujo que evitó su antecesora y principiadora (entre otras cosas porque todavía era de mal gusto el enroscarse uno mismo la serpiente al cuello).

    El grado de degeneración, la acumulación del pecado, ha sido tanta desde entonces, que incluso la fruta (ya para nada prohibida) ha perdido todo su encanto natural: tiene el veneno de la falsedad. ¡Que no era una fruta, serpiente tonta! Que no es una teta de verdad, baboso reptil…

    Ya el pecado no es lo que era…

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