y aún sigues dándole a la vida sueños.
Eres un loco que jamás se cansa
de abrir ventanas y sembrar luceros.
Con tantos palos que te dio la noche,
tanta crueldad, frío y tanto miedo.
Eres un loco de mirada triste
que sólo sabe amar con todo el pecho,
fabricar papalotes y poemas y otras patrañas
que se lleva el viento.
Eres un simple hombre alucinado,
entre calles, talleres y recuerdos.
Eres un pobre loco de esperanzas
que siente como nace un mundo nuevo.
Con tantos palos que te dio la vida
y no te cansas de decir “te quiero”. (Fayad Jamís)
Todos tenemos cicatrices, ramalazos que nos han marcado en el pecho y nos recuerdan nuestros orígenes, los golpes que nos da la vida y que han dejado heridas que condicionan nuestro futuro.Tenemos casi a diario noticias de barbaridades efectuadas por alguien con un pasado difícil y creemos que siempre es así.Si hay un violador es porque su madre o su padre lo violaban a su vez, un asesino en serie es porque odia a su padre que lo maltrataba y así mantenemos ciertos clichés que se repiten con bastante frecuencia dando por buenos muchos de los prejuicios que tenemos sobre el pasado de las personas y su actuación presente y futura.Sí, es cierto, somos lo que somos por un pasado que nos ha marcado, somos la consecuencia de unos surcos que tenemos marcados en el alma porque nos maltrataron o nos malcriaron, vivimos en la escasez o en la abundancia, nos dieron cariño o indiferencia.
Es innegable. El pasado existe porque lo hemos vivido, ha dejado huellas en nuestra actuación presente y respondemos ante determinadas situaciones sobre la base de un momento del pasado donde vivimos consecuencias concretas según actuamos en esa situación.
Y sin embargo no es bueno que justifiquemos siempre todo y a todos según su pasado. Las cicatrices nos recuerdan de dónde venimos, pero no deben dictar hacia dónde vamos. Los seres humanos tenemos la capacidad de aprender sobre la base de la razón y no del reflejo condicionado.
Somos capaces –o deberíamos ser capaces– de analizar la vida con el uso de la razón. No debemos actuar como si fuéramos esclavos del palo y la zanahoria. Nuestro pasado nos hace analizar la vida de forma diferente pero no debería determinar nuestra actuación presente y futura.
Como seres humanos sabemos que existe el mal y el bien, la justicia y la injusticia, y como seres humanos deberíamos ser capaces de actuar sobre la base de lo mejor, lo más bueno y lo más justo. Si el pasado nos impone su impronta, si nos convertimos en algo diferente a lo justo, lo bueno o lo mejor porque el pasado nos impone su dirección, no seremos muy diferentes de los animales que se sientan cuando escuchan la orden aunque sólo después de que nos hayan tirado la correa decenas de veces.
Prefiero decir que con tantos palos que me da la vida, no me canso de decir “te quiero”.