Todos los premios son discutibles. Cuando premiamos algo, cuando escogemos lo que consideramos mejor dentro de lo mejor, discriminamos, y la discriminación es siempre discutible. Por eso siempre vamos a tener partidarios y detractores de todo lo que se hace, ya sea una lista para seleccionar las 10 mejores novelas de la literatura como dar el premio Nobel.
No voy a mencionar todos los motivos por los cuales podríamos discutir el premio Nobel de la paz a la Unión Europea, tampoco daré todos los argumentos a favor, pero sí voy a intentar situarme en la objetividad del debate a la hora de analizar un hecho como lo hace la ciencia: con la menor ideología posible.
Por desgracia la mayoría de los criterios en contra de este premio vienen rodeados de ideología. Es normal, existe un lógico –aunque irracional–, sentimiento anti-político en todo el mundo. Y es irracional porque la política no es ni más ni menos que un reflejo de nosotros mismos; los políticos que nos gobiernan son (si no somos hipócritas ni demagogos al analizarlos) tal y como es nuestra propia sociedad.
El mayor de los argumentos contrarios a la Unión Europea es la situación actual de esta parte del mundo, donde una crisis económica aparentemente hace tambalear los cimientos de este Club. Sin embargo, fijarse sólo en la situación actual de crisis para analizar los argumentos de la Academia sueca es como prestar atención sólo a las espinillas o comedones que tienen Bar Refaeli o Kim Kardashian en el rostro.
El argumento tan pedestre y soso de que cada país europeo que pertenece a esta unión voluntaria mira por sus propios intereses antes de que por los de los demás (cosa que es tan cierta como que existe el planeta tierra), es desconocer la regla más elemental de las relaciones internacionales: y es que el mundo no se divide entre enemigos y amigos, sino enemigos y aliados.
Invito a quiénes utilizan este argumento a meter la nariz en un libro de Historia mundial, luego pido que me mencionen en qué momento de la historia de la humanidad ha habido dos o más naciones amigas que hayan logrado más de 10 años de paz entre ellas y su entorno. Pues Europa, con algún interregno de apenas tres años, lleva 60 años en paz.
En su tratado De la guerra,Carl von Clausewitz dijo: “…la guerra no constituye simplemente un acto político, sino un verdadero instrumento político, una continuación de la actividad política, una realización de ésta por otros medios”.
La frialdad de esta frase demuestra lo que ha sido la historia del mundo, no sólo la de Europa. Cualquiera con un mínimo bagaje intelectual que no base sus opiniones sólo por los titulares de prensa desde hace 20 años del diario que sigue, sabe que las relaciones internacionales se han basado siempre en un toma y daca donde las naciones negocian por sus intereses, y si no se ponen de acuerdo, y tienen discrepancias insalvables, van a la guerra. Esta es la historia del mundo desde que se pintó la cueva de Altamira.
¿Qué la Unión Europea es más por intereses económicos que sociales? Por supuesto, como en toda la historia del Homo Sapiens.
Que en los últimos 60 años de Europa, se haya logrado pasar de la normalidad de aquella frase de Carl von Clausewitz a los 60 años más pacíficos de toda la historia es un éxito sin precedentes en ningún otro momento de la humanidad. La Unión Europea es un Club increíble donde varios países con intereses ajenos han cedido parte de su soberanía por objetivos más altos: crecer económicamente lo más posible, respetarse como estados dentro de un contexto de libertad y democracia, y evitar la guerra entre todos ellos y los demás países de su entorno, creo incluso que a veces más allá de lo razonable.
La Unión Europea es cara, y lo es la democracia cuando se hacen elecciones o plebiscitos, congresos y cumbres; pero ¿acaso se puede valorar económicamente 60 años sin guerras y viviendo con el poder de decisión más alto que haya tenido jamás la humanidad? Una sola guerra en Europa cuesta más que 10 años seguidos de cumbres de todo el entramado burocrático que es la Unión. El punto negro de la guerra de Los Balcanes es una de las espinillas, una de las manchas del sol que todos los contrarios magnifican, pero si para desacreditar esta federación de naciones, tenemos que recurrir a una guerra originada por los conflictos étnicos entre dos grupos dentro de un mismo país y que no duró más de 3 años si contamos el origen del conflicto y no la entrada de la OTAN (que apenas llegó a los 4 meses), es porque algo se ha hecho bien en esta parte del mundo.
Muchos de las positivas consecuencias y derechos que tenemos los ciudadanos que vivimos en Europa gracias a esta federación ni siquiera los valoramos en su justa medida. La paz, la libertad, la democracia, no tienen el mismo valor para quien luchó por alcanzarlos que para quien nació con estos derechos ya conseguidos. Pero quien analice el mundo objetivamente basta con echar una mirada racional para comprender que una nación o federación de estados, es mejor en la medida en que mejores y más derechos tengan los ciudadanos que los componen. Son igual de importantes tener el derecho de que las empresas de telefonía nos faciliten un cargador igual para todas las marcas como que podamos elegir (aún con desperfectos) un gobierno común para toda la unión.
Europa ha logrado soluciones a problemas de la vida cotidiana, ha estado en conflictos armados ayudando a las partes en pugna, ha arrimado el hombro en desastres naturales dentro y fuera de sus fronteras, y lo más importante ha logrado poner una cura, al parecer definitiva, a las llagas que venían de las guerras mundiales; y aún más importante es la labor que ha hecho por la solidaridad, la fraternidad y la paz entre sus naciones y las de su entorno.
Y por si fuera poco, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) no existe nación, estado o federación que aporte más dinero de su fondo común al desarrollo de los países del tercer mundo que la Unión Europea. Sí, ha tenido altibajos, ha metido la pata en sitios donde nadie la ha llamado y se ha abstenido de meterse en otros donde debería haberse implicado, pero son las espinillas que no afean el rostro de la modelo.
Recuerdo los argumentos de un montañista profesional: para llegar a la cima de una montaña no se está siempre subiendo. A veces hay que descender unos metros para encontrar una vía más segura o menos escarpada para seguir escalando, pero el descenso es apenas un impulso para seguir hacia la cima.
Con la Unión Europea pasa algo parecido: está en estos momentos, como en tantos momentos en los últimos 60 años, buscando una vía más segura, menos escarpada para llegar a la cima de la montaña. Cada país, como los escaladores profesionales, tienen un objetivo común: llegar al final, conseguir la meta. Todos los escaladores no tienen las mismas capacidades, ni el mismo talento; cada cual debe velar porque sus propias facultades estén a tono y le permitan alcanzar como un ente individual el objetivo que pretenden todos. Pero los objetivos individuales de cada uno no impiden que cuando un escalador queda detrás, los más capaces le tiran una escala, o que los que están más arriba fijen más fuerte el mosquetón para los que están debajo y de que los arneses y los sistemas de seguridad de todos sean igual de sólidos. Porque el objetivo es intentar llegar todos y no sólo alguno de ellos.
Creer que este temporal descenso para seguir subiendo en la Unión Europea es un fracaso es desconocer la tendencia, es obviar interesadamente que antes se han subido exitosamente otras montañas, y que esta, con descensos, tropiezos, encontronazos y caídas, se está subiendo de forma imparable.
¿Premio discutible? Sí, y se lo podían haber dado a cualquier otro. Pero como es de discutible es, por supuesto, igual de merecido.