El amor a la pareja es casi una ficción. El encuentro, conocimiento y pervivencia de dos personas más allá de toda lógica elemental de sus seres individuales que, sin ninguna duda, somos es algo que el ser humano tendrá que estudiar todavía por siglos. Y alcanzo a exponer el CASI como una autocensura porque yo también he sentido los arañazos, el dardo narcótico que suelta ese sentimiento escondido tras el niño alado de las pinturas.
Sentirse atraído por alguien es inevitable. Apreciar la belleza de un rostro, las formas curvadas, atléticas, o estilizadas de un cuerpo, admirar un atleta, una inteligencia, un talento; todo forma parte del mismo juego que es a la vez necesidad: encontrar al otro, entrar en la vorágine de los que necesitan del otro para trascender o perpetuarse, acceder, en definitiva, a la burbuja que nos aleja parcialmente del mundo real.
Incluso los más fríos y calculadores, los más alejados de todo sentimentalismo, los que presumen de no sufrir de amor, de no tener heridas que molesten, alguna vez se han visto deseando espiar los pensamientos más íntimos del otro, alguna vez han necesitado una entrega imposible, pero que añoran como si fuera para siempre.
Y no es malo sentir amor. Duele, incomoda a veces, nos obliga a decenas de acciones y pensamientos no deseados, y situaciones que hubiéramos deseado evitar, pero cada vez que salimos del marasmo, cuando creemos que saltamos la barrera y nada nos volverá a meter en el ruedo, caemos nuevamente en una situación que no esperábamos. Porque el amor es así: cabrón, que llega sin que lo esperemos y casi nada podemos hacer por evitarlo. ¿O sí? Quizás no por evitarlo, pero sí por conducirlo de alguna manera.
En realidad nada te salvará de algunas incertidumbres y desvelos. El dolor por no ser correspondido, la tristeza por querer estar más tiempo con quien queremos, la incapacidad para hacer sentir al otro que lo nuestro es limpio y sin condiciones: todo ello es inevitable. Pero entre la bruma que pueda existir hay algo más limpio y puro que puede crecer mientras mayor sea tu capacidad para conducir la flecha.
Y entre todas ellas, quizás la más importante es la comprensión; la habilidad (es casi un talento al alcance de muy pocos) de usar el raciocinio, incluso en los momentos más delicados.
En el capítulo cuarto de la quinta temporada de The Good Wife, Diane, la abogada dueña de la firma Lockhart & Gadner, presenta su futuro esposo a unos amigos. La sorpresa y desespero de estos amigos es evidente al comprobar que este hombre es republicano, defensor del Tea Party y amante de las armas, cuando Diane es demócrata apasionada.
–Fran, Lyle, –dice Diane ante la preocupación de sus amigos– si caigo en una vida de adicciones, entonces, por favor, intervenid, pero no en esto. No en el amor.
–El mejor consejo que me diste, Diane, cuando conocí a Lyle –responde Fran– fue: asegúrate que vuestro amor puede sobrevivir fuera de la burbuja. Te lo devuelvo.
Es absurdo creer que dos personas diferentes, incluso completamente diferentes, no puedan amarse y durar años, muchos años, incluso toda la vida juntos; pero de lo que no cabe la menor duda es de que, sólo con la armonía dentro de la burbuja narcótica, es imposible su sobrevivencia.
Una pareja que pretenda resistir al paso del tiempo, que decida mantenerse por encima de consideraciones sexuales o pasionales, debe salir de la burbuja. El amor debe ser capaz de sobrevivir fuera de ella o no sirve de nada. El consejo de los amigos de Diane es quizás precipitado porque sólo existe una barrera política (nunca es sabio alejarse de los seres queridos por algo tan evanescente como la política) entre ella y su prometido, pero cuando una pareja no está destinada o no hace el esfuerzo por sobrevivir fuera de la burbuja, la simple decisión de quien saca a pasear al perro, puede ser un tsunami de incalculables consecuencias.
Sí, hay que disfrutar de la droga, es necesario un toque de locura emocional al principio, y luego dosificado; hay que aprender del dolor, de las ausencias, de los deseos insatisfechos; hay que perdonar, admitir culpas, conceder y aceptar, pero sobre todo, asegúrate de que eres capaz de hacer sobrevivir tu amor y el de tu pareja fuera de la burbuja. Sin eso, todo lo anterior no sirve para nada.