Stranger than Fiction. La historia que alguien nos escribe

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stranger-than-fiction-original¿Qué tal si un día te das cuentas, por casualidad, del sentido verdadero de tu vida, de la misión fundamental para la que estás en este trozo de aparente eternidad y sólo te quedan unas pocas semanas de vida?

¿Qué pasaría además si descubres que la vida en la que estás inmerso, con tantos altibajos emocionales y situaciones imprevistas, no es más que una historia de ficción creada por un autor?

De acuerdo, parece una metáfora absurda, pero no lo es menos que aquella de un mundo Matrix, y muchos la creen. Lo verdaderamente importante de una situación parecida es el descubrimiento de un destino trazado que no podríamos cambiar. ¿O sí?

Quizás deberíamos recordar uno de los aspectos más llamativos y extraños de explicar en la creatividad literaria: la llamada “rebelión de los personajes”. Explicado de forma simple, es cuando, en la mesa de cirujano del novelista, un personaje que se ha concebido, al que se ha creado un destino, unas pautas y unas formas de actuar, se niega a seguirlas y hace algo que no se espera de él. Se ha llegado al punto donde la libertad y la independencia del personaje escapan a la voluntad de su creador.

La fuerza de esta metáfora (porque no es otra cosa) habla bien del escritor; significa que ha creado un personaje vivo, quizá único, con unos rasgos propios y especiales, que, llegado el momento, el subconsciente creativo del novelista impide colocar al personaje en un hecho que contraviene la lógica de esta caracterización.

Varias películas y novelas, llevan esta paradoja creativa al límite establecido entre la realidad y lo ficcional. La llamada metalepsis, un palabro creado por Gérard Genette para identificar la ruptura incoherente de los planos narrativos, es llevada al extremo en novelas como Niebla, de Unamuno (novela rupturista y adelantada donde las haya) o Seis personajes en busca de un autor, de Pirandello.

El filme al que quiero remitirte Más extraño que la ficción (Stranger than Fiction) realizado en 2006, por el director Marc Forster, hace esto y más. Curiosamente es la película que mejor encarna la idea original de Unamuno y su concepción de la novela, aunque su guion, escrito como texto original por Zach Helm, nunca ha sido presentado con dependencia alguna hacia la novela del español. Pero los lectores inquietos, mientras vamos desvelando la historia que cuenta el filme, sentimos cómo las referencias nos llevan de forma casi ineludible a Niebla.

La película arranca de forma muy original y llamativa cuando una voz en off de una mujer, nos dice que va a contarnos la historia de un hombre y su reloj. Poco a poco nos vamos percatando que la personificación del reloj es una forma, también original, de trasladarnos la monotonía y la mediocridad de un funcionario que recauda deudas para la hacienda pública. Todo en su vida está cronometrado, dictado por una monotonía que considera única e inevitable: levantarse, cepillarse los dientes, asearse, salir a la oficina a la misma hora, hacer el mismo trabajo a diario, volver a casa y acostarse sin haber salido un segundo de la rutina; y todo contado por esta voz en off femenina que acompaña su automatismo diario.

Y entonces, salta lo imposible: el personaje escucha la voz en off.

Aquí la credibilidad se rompe, se lleva a un plano casi cómico, como espectadores sabemos la imposibilidad de que una voz en off narre nuestras vidas en el plano de la realidad y aún menos que exista un novelista moviendo los hilos que nos llevan por los senderos de nuestra existencia, pero en la ficción algo nos pone alertas, queremos saber cómo sigue, qué pasa si este personaje interacciona de forma tan antinatural con alguien que cuenta su vida.

Pero no espere el espectador un drama. En la búsqueda de interrogantes, Harold, que así se llama este gris funcionario, se dirige a una psiquiatra que, obviamente le diagnostica esquizofrenia, algo contra lo que Harold se rebela:

¿Qué pasa si lo que digo es cierto?−replica Harold a la especialista−. Hipotéticamente hablando, si yo fuera parte de una historia, una narrativa, incluso si estuviera sólo en mi mente, ¿qué me sugeriría que hiciera?

Le sugeriría que tomara su medicación−contesta ella con toda la lógica del mundo.

Aparte de eso.

No lo sé. Supongo que lo enviaría a ver a alguien que sepa de literatura.

Así pues, para ayudar a este mediocre funcionario y la paradoja que se le ha presentado, aparece un profesor de Teoría literaria, encarnado por el ineludible Dustin Hoffman, quien en algún momento, intentará desvelar los detalles de lo que sucede; y es aquí donde se dan los auténticos conflictos emocionales del filme: ¿Vive Harold un drama o una comedia? ¿Existe una peripecia de héroe o sólo un conflicto de amor en su vida? ¿Debe Harold llevar a cabo actos para seguir con la trama que lleva hacia el final que quiere evitar o debe intentar subvertir el destino?

Esta, y otras preguntas nos provoca Stranger than Fiction, entre las que destaca aquella de la imposibilidad del libre albedrío, de la ilusión de libertad en un mundo donde todo está definido por un creador, sea Dios o la mente del novelista, y nos pone ante la paradoja de intentar tomar con resignación el destino trazado o agarrar las riendas y hacer lo que sea necesario para rebelarnos con nuestro creador.

En definitiva, más allá de los vericuetos y alardes creativos, se trata de una película muy recomendable para hacernos reflexionar sobre las múltiples puertas que se nos abren o se nos cierran en función de cada gesto, acto o decisión que tomamos en el día a día.

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