Creatividad práctica. ¿Qué es la mente conectada?

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Hace ya unos cuantos años, en una conversación muy interesante entre amigos escritores hablamos del hecho de que, con más o menos años de diferencia, algunos ya habían dejado de escribir al salir de Cuba. No recuerdo los términos exactos de la conversación, pero en un momento determinado, expuse la idea de que yo no podía dejar de escribir porque, mientras espero que pase algo importante que me lleve a un éxito mayor, me divertía creando.

Uno de ellos dijo que ya no había que esperar nada, que ya el éxito del que yo hablaba no llegaría, ni a mí, ni a ellos; y que había que ser realista y aceptar que nunca seríamos más conocidos de lo que ya éramos en ese momento y que nuestra época había pasado.

Bien, desde aquel momento hasta hoy, he demostrado que no era cierto, pero lo importante no es lo que yo haya logrado, sino el hecho de cómo afrontamos la creatividad diferentes tipos de escritores.

En mi caso, no voy a engañar a nadie diciendo que soy un gran ejemplo de creatividad. No tengo nada social (universal, me pareció algo pretencioso) que pueda enarbolar como triunfo ni logro excitante del que presumir, pero sí tengo algo personal, interior si se quiere, de lo que puedes aprender como escritor, contador de historias, inventor de mundos, si estás interesado en estas reflexiones.

Es simple: la suerte existe, pero se construye.

Mientras leía varios ensayos sobre literatura (y repasaba otros leídos) y entre todos ellos me desconcertó uno de Franco Moretti (La literatura vista desde lejos), que hablaba sobre formas de analizar la teoría literaria desde una perspectiva completamente diferente a la tradicional y aceptada por el canon académico. Según Moretti es muy deficiente la capacidad de un ser humano de leer todo lo publicado. La reflexión, aunque no viene al caso, me obligó a revisar todas las referencias literarias y estéticas que creía seguras en mi haber.

Este libro de Moretti lo leerán miles, quizás cientos de personas y, a lo mejor, unos pocos prestarán atención al hecho que refiero, y es que nos instaura un desbarajuste mental a los que tenemos un bagaje literario que nos has costado espaldas defectuosas y gafas de culo de botella.

La idea que quiero que veas es clara; la inspiración para este texto que ahora lees, la idea que me transmite el libro de Moretti, las reflexiones necesarias para ofrecer algo que aprendí a mi vez, no hubieran sido posibles sin dos cosas concretas: mi cerebro funcionando a toda máquina para desbrozar lo que conozco y una idea contraria que me ha provocado un shock emocional, casi un cataclismo mental.

Steven Johnson, el escritor y divulgador científico, llama a nuestra reflexión sobre este hecho en su libro Where Good Ideas Come From? Y es que la suerte, la invención, el camino hacia la creación de cosas ingeniosas, necesarias o llamativas, pasa necesariamente por innovar; y la innovación es creatividad, y la creatividad no es producto de una reflexión apresurada y salida de la nada.

Una digresión personal que sirve como ejemplo. Una gota de agua sobre la roca, la novela con la que hasta que la escribí más satisfecho me sentía, que me acercaba a más lectores hasta ese momento, fue un golpe de inspiración que escribí en pocas semanas. Cierto que estuve casi seis años dándole vueltas a la forma de escribirla, y que tuve tiempo después para revisarla y reparar en defectos de forma y estilo, pero el golpe primero, el difícil arranque creativo inicial donde encuentras la voz y el estilo, se produjo en un abrir y cerrar de ojos.

Sin embargo, no vino de la nada. La idea de parir una novela con la que un lector aprenda a leer mejor otras novelas y que un aspirante a escritor pueda encontrar herramientas para empezar a hacer su trabajo, era algo que venía pensando durante años, muchos años, quizás más de seis; y aunque hacía otros proyectos y me juraba a mí mismo que nunca volvería a pensar sobre ello, la realidad es que mi mente volvía cada cierto tiempo a espolearme con el tema.

¿Adónde voy, que me pierdo? La creatividad no es inspiración repentina, es producto de muchos años de reflexión soterrada, a veces inevitable e incómoda; llega tras muchos años de escudriño, de abstracción, de abandono y vuelta obligatorios, de esfuerzos mentales y creativos inútiles o de un golpe masivo causado por un comentario intrascendente en una red social o un detalle aparentemente banal de la vida diaria como el vaivén que hace nuestro hijo mientras se columpia en el parque.

“La suerte favorece a la mente conectada” dice Steven Johnson, y la mayoría de los grandes descubrimientos de la humanidad, si lo pensamos con calma, desde la Ley de la gravedad hasta el IPhone, son producto de ello.

No se entienda “mente conectada” con “mente en línea”, aunque también. Porque lo que nos enseña Johnson es que nuestra reflexión, nuestro conocimiento previo del hecho que nos obliga a la creatividad, necesita una idea contraria, un ímpetu frontal, un oponente sagaz que nos irradie el disparador creativo. Newton tuvo su Hooke, y Jobs su Gates, porque estaban conectados, porque sus ideas eran producto de una larga inspiración personal que necesitaba cotejo con otro pensamiento universal, y que no necesariamente llega con un competidor perspicaz, sino apenas con el soplo afortunado del elemento que faltaba para concluir nuestra empresa.

Y es ese cotejo ineludible, esa comparación que obliga a repensar lo evidente, y que a muchos les pasa inadvertido, lo que la mente creativa no deja escapar. Viene muy despacio, pero de forma intensiva, gestándose en nuestro interior, esperando el mejor momento para nacer, sea en forma de una teoría que revoluciona el mundo, una obra de arte que conmueve a muchos o un aparato tecnológico que se vuelve inevitable para otros.

¿Qué quiero decir con todo esto? Que si tienes un proyecto importante, que si sabes bien y bastante de algo que crees que es tu aspiración vital, no debes dejarte vencer por voces que clamen a descansar, sino justo lo contrario, trabajar muy fuerte en ella, porque es la mejor manera de conectar esa aspiración o proyecto con el objetivo final que pretendes.

¿Qué dependes de la suerte? Sí, ¿por qué negarlo? No cabe dudas que existe, pero la suerte también es parte de esa red neuronal y creativa que conecta tu aspiración, tu proyecto, con otros previos. La suerte llega a quien la busca.

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