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Finales de marzo de 2022. Toda una semana hablando de Hollywood. Pero no voy a hablar de la bofetada de Will Smith, que ganas no me faltan, sino de la retirada de Bruce Willis que, quizás, ejemplifica la decadencia de un sistema que muchos creíamos ver, pero nos negábamos a reconocer.
Hollywood es una maquinaria de hacer dinero. Antes fue un sueño, una productora de arte que hasta creaba tendencia. Hoy en día sigue produciendo arte, (un poco al menos) pero ha devenido más el espectáculo. Y en ese espectáculo se ha impuesto el pensar «bien» y «bonito».
Desde el momento en que se asume una especie de cortesía exagerada reinante que termina siendo censura, todo se va a la mierda. Porque esa censura se impone a todo: los premios, el talento, la experiencia donde si eres blanco, heterosexual, hombre y no eres de izquierdas, tienes menos opciones de ganar un premio.
La discriminación positiva hace que una película “bonita” como Coda, pero con un guion flojo, cursi y personajes con caracterizaciones que derivan en situaciones inverosímiles gane el Oscar por delante de una obra maestra como The power of the Dog, una muy solvente adaptación de West Side Story, una bien trabajada biografía como King Richard o una película llena de sorpresas maravillosas como Licorice Pizza.
No debería sorprendernos, ya lo han hecho decenas de veces como cuando premiaron Around the World in Eighty Days (La vuelta al mundo en ochenta días) el año que se estrenó The Searchers (Centauros del desierto) o que una película como The Shape of the Water (La forma del agua) bien hecha e igual de “bonita” le ganara el Oscar a dos monstruosidades como Dunkirk (Dunkerque) o Phantom Thread (El hilo invisible).
Pero sobre todo, lo que más me descorazona de esa maquinaria del espectáculo bien pensante ha sido el retiro por la puerta de atrás de un actor como Bruce Willis, al que se le pueden achacar una buena cantidad de malas películas y actuaciones, pero que también ha demostrado ser capaz de cambiar de piel en gran actor como en Die Hard o The Sixth Sense.
El motivo por el que se retira Willis es una enfermedad, que sólo con escuchar el nombre se nos eriza la piel: Afasia. Pero nos deja un mal sabor de boca porque la maquinaria bien pensante nos había hecho creer algo que no era cierto, revelada ahora la verdad. Y es que nos dijeron hasta la saciedad que Bruce Willis, vistas sus últimas actuaciones es un mal actor que ha navegado con suerte. Y es que esa mentira encierra una verdad, y es que las últimas películas de Bruce Willis, muchas conectadas al llamado circuito doméstico, es decir películas de segunda categoría y bajo presupuesto para un público poco exigente, ha dejado una ristra de actuaciones donde la crítica lo ha hundido con adjetivos como frío, inerte, vacío, sin alma.
Incluso sus actuaciones en filmes u obras de teatro más pretenciosas, también han dejado una aureola de vagancia y avaricia, en el que alguna vez fue el actor mejor pagado de Hollywood y cuyos últimos años ha dejado una categoría en los premios Razzies, los premios llamados anti-Oscars que premian las peores películas y actuaciones del año.
Pues no señores, no era avaricia, no era vagancia ni era falta de talento; es una enfermedad cruel que no le impedía intentar seguir haciendo lo que le gusta: actuar.
Y bien, no pidamos peras al olmo; Hollywood actualmente es eso, una máquina de hacer dinero y en esa fabricación de capital se acepta la discriminación positiva, el desguace de sus artistas y la censura de lo políticamente correcto.