El mal periodismo. Enfermedad de las dos orillas.

blankUna visita del escritor peruano Mario Vargas Llosa a Venezuela ha sacado a la luz lo peor de los fanatizados seguidores del presidente Hugo Chávez. Vargas Llosa es un escritor con criterio propio, independiente, a pesar de que desde muy concretos grupos de la izquierda lo presentan como vendido a los intereses de las transnacionales.

Basta que me digan que un intelectual está vendido a los intereses imperialistas para que inmediatamente sospeche de sus críticos. La experiencia demuestra que los que así acusan tienen un interés desmedido por infamar cualquier idea contraria a la suya, porque sus criticados, cuando se les analiza con la razón y no con el lastre de las ideologías, no tienen, ni por asomo, las ideas que ellos les endosan.

De todos estos fanatizados los peores son los periodistas, porque se creen con cierto derecho de nacimiento y sobre todo porque crean opiniones y estados de ánimo en la gente.

Esa patética escena de la periodista chavista que le intenta preguntar a Vargas Llosa si tiene la misma libertad para criticar al gobierno en España o Perú, roza el esperpento. No sé qué información tiene la periodista pero al parecer carece de la suficiente capacidad profesional para ejercer su labor. Quizás por ello el autor peruano se quedó sin palabras, pues al parecer no concebía qué responder a una persona que le hace una pregunta estúpida.

Es como si alguien, que no es un niño, nos pregunta si la tierra es redonda o plana. ¿Qué se puede responder a eso? ¿La pregunta es seria o nos estará tomando el pelo? Los que quieran saber si en España se puede criticar al gobierno o al rey que visiten las páginas de los periódicos españoles o escuchen alguna tertulia política. Digo más, que miren en youtube al propio Mario Vargas Llosa en el discurso de presentación de un nuevo (en su momento) partido español: Unión Progreso y Democracia. Quizás esto debió hacerlo antes la periodista chavista.

Pero lo interesante es que estas escenas de patetismo periodístico es válido para las dos orillas. ¿Recuerdan aquella periodista que creía hacer periodismo cuando preguntaba a Benicio del Toro sobre el estreno de la película Che, el argentino? Ha cambiado la ideología, el marco, el entrevistado, pero el mal periodismo campó a sus anchas en ambas orillas.

Es verdad que la película Che, el argentino es ideológicamente parcial, es verdad que el magnífico actor puertorriqueño, por otras entrevistas que había realizado, justifica la ideología asesina de Che Guevara, pero eso no es motivo para hacer periodismo de trinchera, con ataques ideológicos al entrevistado, sin objetividad profesional, y lo que es peor, sin dejar hablar al entrevistado, que es el principal objetivo de una entrevista. El actor, aunque no concuerdo con su visión del revolucionario argentino y salvando las distancias, debió sentirse emocionalmente como Mario Vargas Llosa: ¿cómo responder a ese ataque ideológico parcializado y subjetivo?

El periodismo debe ser, como mínimo objetivo. Aunque yo me sienta ideológicamente cercano a la periodista que entrevistó a del Toro, tengo la suficiente distancia para comprender que su labor ha sido un desastre. La periodista chavista que intenta entrevistar a Vargas Llosa es exactamente igual de desastroza.

Las cosas no son buenas o malas en función de su cercanía a las ideas que profesamos. De la misma forma que aceptamos que haya manifestaciones públicas de ideologías tan absurdas y retrógradas como el fascismo o el comunismo, debemos ser capaces de identificar cuando un periodista, estemos o no de acuerdo con sus ideas, haga mal su trabajo. Se trata de ser, antes que un hooligan de nuestras ideas, profesionales de nuestro trabajo. Se lo debemos a quiénes nos siguen.

Arranque ideológico de la periodista chavista

Arranque ideológico de la periodista cubana

 

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