El sufrimiento de la gacela

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blankImaginemos un momento. Estamos en una celebración, pasándolo bien entre amigos, disfrutando de la inmensa alegría de que uno de ellos ha ganado un concurso de televisión y unos cuantos miles de euros y ha decidido compartir la alegría con nosotros en una fiesta. Tenemos un momento de euforia, creemos que si él pudo, nosotros podemos intentar algo, sea lo que él ganó, o lo que siempre hemos querido, pero tenemos esa sensación de poder que ofrece saber que alguien pudo y que nosotros quizás podamos si lo intentamos.

De momento, sin que sepamos por qué, viene un conocido y nos dice: “vale, vale, hoy canta de alegría lo que quieras, pero no olvides que no has pagado la hipoteca de tu casa desde hace meses, debes varias mensualidades del coche que compraste hace un año y eres pobre y no sabes si mejorarás tu futuro en 5 o 10 años. Ah, y por si fuera poco, hace tres meses a todos nos quitaron dinero del salario y no hicimos reunión ninguna para protestar.”

Probablemente sea una situación poco probable, pero así nos sentimos muchos mientras disfrutábamos del éxito de la selección española de fútbol, que ha resultado ganadora de la Eurocopa de Fútbol de forma consecutiva, y con una Copa del mundo en medio de ambas.

De acuerdo que nadie de la llamada “Roja” es nuestro amigo, y que la fiesta en la que participamos nos puede resultar ajena y lejana. Pero el salto emocional, las ganas de hacer algo nuevo, la euforia de saber que podemos intentar algo imposible (o improbable) a título personal o como nación, todo eso nadie nos lo puede quitar, o depende.

Está probado que el ánimo influye en la búsqueda eficaz de soluciones. Una persona optimista no deja de tener problemas, no sale de la pobreza por arte de magia ni obtiene triunfos con solo pensarlo como abogan muchos libros de autoayuda, pero sí encuentra antes la mejor solución, tiene mejor salud y termina siendo más exitosa. El optimismo es una herramienta, no una varita mágica.

El ser humano tiene una virtud que a veces se convierte en lastre: la capacidad de sufrir por algo más allá del momento y lugar en que vive. Una gacela es feliz mientras tiene hierba para comer y no está el león cerca intentando cazarla. El sufrimiento llega únicamente cuando debe huir para salvar la vida.

El ser humano es capaz de sufrir por lo que puede pasar mañana, dentro de un mes o un año. Es bueno, porque nos permite movilizarnos en solidaridad hacia personas con menos opciones y que viven al otro lado del mundo, pero igualmente es un lastre porque nos impide disfrutar del momento en que vivimos, no como animales despreocupados del futuro, sino como seres humanos conscientes del lugar y momento en que nos ha tocado existir.

Si estoy en una fiesta, eufórico, alegre y con un subidón de optimismo personal o colectivo, lo menos que deseo es que venga un cenizo aguafiestas a recordarme la pobreza que tengo y que mañana volveré a vivir, me lo recuerde o no.

Me hace recordar aquella frase (que se reconoce a José Martí, el escritor y patriota cubano) del ingrato que sufre de las manchas del sol mientras los demás nos calentamos con su luz, y que es una vuelta del aquel otro refrán que se atribuye a Confucio: «Cuando el sabio señala a la luna, el necio mira al dedo.»

Si somos incapaces de disfrutar del momento, al menos dejemos que aquellos que sí pueden lo hagan en paz y sin que les recordemos la miseria en medio de su fiesta. Mañana será otro día. Y una persona medianamente razonable, sabe reconocer sus tristezas cuando están, pero de la misma manera sabe disfrutar de los buenos momentos cuando llegan. A fin de cuentas eso es vivir. Algunos deberían aprenderlo.

Un comentario sobre “El sufrimiento de la gacela

  1. La felicidad no es lineal ni infinita, se saborea a retazos, por lo que cuando nos llega hay que bebersela toda, ademas, ser feliz por razones ajenas nos llena de tanta satisfacción que sólo si se disfruta se conoce.

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