Emoción, bulos y conspiracionismo

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Miraba la caricatura que encabeza este texto y me fascinó su mensaje. Pensé cómo podía exponer algunas ideas que fueran útiles en la creación literaria, o ficcional en general, y te argumento algunas reflexiones.

Como toda caricatura tiene algo de tendenciosa, porque ya se sabe que la ciencia no es infalible, pero es que, en aquellos aspectos donde sí lo es, lo es con una solvencia que empequeñece (o más bien invisibiliza) cualquier otra opinión refractaria. El ejemplo del terraplanismo es perfecto. Existen tantos argumentos válidos para demostrar la chata e irregular esfericidad de la tierra, que afirmar que la tierra es plana no es ser rebelde, es ser un ignorante.

Y, sin embargo, persiste la propensión a negar los datos reales y contrastados, y por tanto de sustancia científica, si contradicen lo que firmemente se cree y, por el contrario, se acepta con facilidad todo tipo de percepciones basadas en premisas falsas, siempre que reafirmen nuestra ideología y punto de vista. Y si los datos son objetivos y difíciles de desmentir, se desacredita la fuente que los ofrece. Si los datos verdaderos te quitan la razón, desacreditas a quien aporta los datos.

Por desgracia, esto convence a mucha gente. Por eso verás a personas inteligentes (y otras no tanto) repetir como loros los argumentos de extremas derechas e izquierdas sin siquiera tomarse el trabajo de indagar la posibilidad de que haya alguien del otro lado que le está vendiendo una burra como si fuera una vaca.

Si lo miras bien, en el manual del buen populista, mirando a izquierdas y derechas, se repiten los mismos argumentos, desde el ataque a los que piensan distinto y las fuentes fiables de información hasta la descalificación de jueces, magistrados y poder judicial, defensa de totalitarismos que niegan la legislación establecida, negación de la democracia si está encajada en las instituciones de la democracia liberal y un largo etcétera que parece mentira que exista ese terreno común donde dos extremos se encuentren tan a gusto.

Y en esto influye el hecho de que es más cómodo para la mente humana creer lo verosímil, fácil y corto (pero falso) que ofrece un medio audiovisual propagandístico, que indagar objetivamente en la información, que puede ser espinosa y difícil de digerir (pero indudablemente verdadera) en los sitios fiables que la han investigado y contrastado. “¿Cómo no va a ser verdad lo que digo”, te preguntan estos del agujerito en la valla, “si lo dice mi influencer favorito en YouTube o Equis”?

¿Cuál es el problema? Leí por algún lugar que los cantantes, sabiendo que una de las plataformas donde más se hace viral una canción es TikTok, están haciendo las canciones más cortas y las letras y estructuras musicales más simples. Y esto, en la sociedad actual, se empieza a hacer tendencia con todo: gente que no lee prensa (o que no lee en absoluto), pero se informa por YouTube y Equis. Y se extiende a cualquier esfera donde triunfa la novela o el filme corto (con excepciones) y de estructura y diálogos simples. Todo se hace más corto, más breve, pero también más simple.

José Antonio Marina ha dicho y escrito varias veces sobre el peligro que tiene consumir (o producir) siempre formatos cortos, muy útiles para gritar consignas, hacer bromas, insultar, y mostrar todo tipo de mensajes simples, pero no se pueden dar argumentos, porque para argumentar se necesitan formas lingüísticas amplias. [1]

No tengo que explicarte por qué es malo que triunfe lo corto y simple. Actualmente obras como The Wall, Bohemian Rhapsody o Stairway to Heaven, dormirían en una gaveta buscando quien las promocione por TikTok. Y sería lo mismo con obras maestras como Cien años de soledad o La guerra del fin del mundo, El Uliseso En busca del tiempo perdido.

Pero, hasta donde sabemos, una parte del ser humano no está dispuesto a dejar la simplicidad del mensaje por la dificultad del argumento razonado. Y gran parte de la humanidad prefiere seguir creyendo la mentira que lo excita que la verdad que no lo emociona o lo deja impasible.

Obviamente, para que esto suceda, se necesita un individuo dispuesto a ello. No nos engañemos, para que existan teorías conspirativas sólo es necesario la misma existencia del ser humano. Tenemos tendencia a que nos guste la ficción, la imaginación, lo inexplicable, lo esotérico e inventado; y todo aquello que nos falta como certeza en la realidad, dicen los neurocientíficos que lo rellenamos con información inventada, con ficción. ¿Por qué? Nos provoca miedo la incertidumbre y el caos, aunque sean verdad, y nos hace sentir cómodos la falsedad que nos inventamos para explicar ese caos y esa incertidumbre.

Como se ve en la caricatura, y se constata a diario, existe una parte de la humanidad que cierra su conocimiento a la realidad. Limita su percepción a un trozo del contexto en que vive y es incapaz de levantar la mirada para ver la realidad como es, y no por el agujero donde mira. Por eso verás una y otra vez a personas, incluso inteligentes, afirmar cosas que ve en su pedacito de mundo inventado o contextualizado, por más que le pongas delante el inmenso jardín de la realidad soleada que lo desmiente; porque sólo ve la lluvia irreal que cae de una manguera en el agujero donde mira.

Este sesgo de ver la realidad desde un agujero y no levantar la vista para ver por encima de la valla, ya lo han apuntado los psicólogos y neurocientíficos, de los cuales suelo citar a Antonio Marina y su magnífico, La inteligencia fracasada, donde hace una lista interesante de los obstáculos que a personas perspicaces y eficaces en alguna profesión compleja, les impiden hacer un uso efectivo de dicha inteligencia: prejuicios, supersticiones, dogmatismo y fanatismo.

Si eres escritor y no tienes límites creativos y comerciales, aprovecha ese sesgo. Argumenta Pepe Tesoro en su libro Los mismos malvados de siempreque los humanos tenemos necesidad de darle una explicación al mal, al caos a la incertidumbre; que necesitamos explicar, incluso con argumentos falsos, la ausencia de racionalidad de muchas de las cosas que nos pasan. Aunque la verdad sea que no tiene explicación, o que la explicación sea la más obvia. Si encuentras a ese lector, llénalo de mierda. Probablemente triunfes.

[1] yosoytuprofe. «José Antonio Marina: “Vivimos una epidemia de decaimiento del pensamiento crítico, por eso están creciendo las fake news”», Yo Soy Tu Profe, enero 7, 2020, https://yosoytuprofe.20minutos.es/2020/01/07/jose-antonio-marina-entrevista/.

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