Lo que aprendí de Temple Grandin para el oficio de escritor

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Si no has tenido aún la suerte de conocerla, te digo quién es. Temple Grandin es profesora de la universidad de Colorado, y una de las más importantes estudiosas del comportamiento de los animales en entornos no naturales. Sus estudios han llegado a ser tan importantes como para permitir que la industria ganadera sea más segura y eficiente.

¿Por qué hablo de ella? ¿Qué puede enseñar una doctora en Ciencia animal a un escritor? Pues resulta que Temple Grandin padece uno de los trastornos vinculados al llamado espectro autista. Sin embargo, su capacidad de superación, su deseo de llegar a algo que vio en su mente y su tenacidad para no prestar atención a las burlas, la llevaron a ser una de las mejores en su campo de trabajo.

Tiene Grandin una carencia (comparada con el resto de la gente) que convirtió en virtud. Muchos, no sé si todos, de los trastornos de la personalidad autista tienen que ver con no poder identificar las emociones. Algo tan simple como que haces un chiste y saber que es malo porque nadie se ríe, es imposible para ella. La mayoría podemos saber si nuestra pareja está sintiéndose mal o bien apenas mirando sus ojos y boca, porque apreciamos en un rostro, casi de forma intuitiva, los signos de la tristeza, el enfado o la alegría.

Grandin tuvo que aprender a hacerlo como si estuviera actuando. Porque en su mundo cerebral no existe esa capacidad que todos, de alguna manera, traemos marcado en nuestro ADN desde las cavernas, como ya demostró el psicólogo Paul Ekman, en sus magníficas obras, Emotions Revealed que he visto traducido como ¿Qué dice ese gesto? o también como El rostro de las emociones y en su siguiente libro Unmasking the FaceCómo detectar mentiras.

En su ya mítica conferencia en las TED Talks, Grandin dijo algo que debería estar escrito en piedra para enseñar en todas las escuelas: «Una de las cosas que aprendí desde muy temprano, porque no era muy sociable, es que tenía que vender mi trabajo y no a mí misma.»

Descifremos un poco mejor esta frase. Temple Grandin sufrió burlas cada vez que aparecía con nuevas ideas. Pocos la tomaban en cuenta porque su forma de hablar (con un tono medio falsete y en un volumen más bien alto) su manera de socializar, la opción (no escogida intencionalmente) de no dejarse llevar por la dictadura de las apariencias y el buen comportamiento social, hacía que no se le tomara en serio.

Y lo que pudo ser obstáculo lo convirtió en virtud. No poder identificar las emociones, no llegar a entender que las risas eran burlas a su trabajo, la hacían no cejar en su empeño de mejorar la forma en que los animales, que iban a ser convertidos en filetes y piel para zapatos, tuvieran una forma menos agresiva de ser sacrificados. Y es que cuando tienes un buen sueño, siempre tienes voces que invitan a despertar.

A la mayoría de los que te rodean les puede importar si eres o no feliz, si sufres o ríes, si tienes o no dinero para pagar el alquiler o comprar tu comida, pero, como es lógico, primero están sus propios problemas. Algunos, desde luego, te intentan frenar por envidia, aunque en la mayoría de los casos no es así. Los que te quieren y ven impracticables tus sueños no quieren verte sufrir, y te lo dicen; otros, simplemente ven imposible hacerlos realidad. La única verdad es que muchos ponen peros para los proyectos de los demás. Siempre están disponibles para pellizcar el brazo en medio del sueño, fijarse en los obstáculos en el camino a la meta, echar peso en la mochila que cada soñador se echa a las espaldas.

La experiencia de Temple Grandin, (magistralmente llevada al cine en el Biopic sobre su vida) sin proponérselo, nos hace comprender que lo sabio es aprender a identificar que, más allá de nosotros mismos, de nuestros problemas, triunfos o vicios personales, tenemos algo más que los demás necesitan. Esta es una moraleja de su vida que podríamos aprender como virtud y que los demás estarán dispuestos a aceptar, que debemos concentrarnos en el trabajo, en los pasos que vamos dando para llegar a la meta y menos en los obstáculos, en aquella parte que los demás (desde fuera de la pista) van recalcando, porque si siempre hacemos caso a lo que opinan los demás estamos tirando peso en nuestra mochila.

Hay algo más importante que prestar atención a las burlas y las quejas de los que no pueden, y es la disciplina de concentrarnos en nuestro trabajo, en lo que sí podemos. Incluso, es bueno no dejar pasar aquellas cosas que parecen no importantes para el resto de la gente, las que parecen menos indispensables y que sirven para triunfar, aunque no para tema de conversación tomando cervezas con amigos, porque casi todos consideran pasadas de moda o poco importantes. Pero es sustancial no cejar, dar los pasos adecuados para lograr lo que pretendes, aunque parezca que no sirva de nada para ganarse el pan o ampliar tus amistades.

Porque hasta lo que aparentemente no influye de forma directa en tu objetivo permite que se encienda la chispa, que centremos nuestro interés y se nos abran las puertas de aquello que de verdad interesa. Y es encendiendo la chispa, (Lighting the Spark, al decir de Grandin) cómo se logra que podamos centrarnos en el camino, por más que nos intenten distraer desde fuera de la pista.

Termino con dos frases que tiene que ver con su vida, y que son dos moralejas sobre las que deberías reflexionar. La primera es algo que ella misma expone en su conferencia de Ted Talks: “Lo que me apasiona es que las cosas que hago van a hacer de este mundo un lugar mejor”. Repito, “Lo que me apasiona es que las cosas que hago van a hacer de este mundo un lugar mejor”.

La segunda es el enunciado con el que vendieron la película sobre su vida: “Lo que la hacía diferente, la convirtió en excepcional”. ¿Qué tienes tú de diferente y que te convierte en excepcional? Búscalo, todos lo tenemos.

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