No tengo nada contra los ricos ni contra las ganas de enriquecerse. Yo mismo tengo un proyecto que va tomando forma en mi cabeza –y en el ordenador de un amigo diseñador– que podría reportarme beneficios extras suficientes, si además de funcionar bien, tengo la suerte para que llegue a donde quiero.
Sin embargo, no me obsesiono. Me gusta lo que hago y me gusta lo que voy a empezar. Si además me permite vivir de eso y permitirme algunos lujos que quiero, pues sería genial. Pero trato de divertirme con lo que hago, trato de ser feliz con aquello que me podría reportar beneficios extras que no tenía previstos.
Veo, con cierta preocupación, pero sin total sorpresa, la obsesión de algunos conocidos y comentaristas online de diferentes sitios de Internet por hacerse ricos a toda costa; no importa la forma, da igual con qué, lo importante es tener dinero, llenar las arcas para poder dedicarse a podrir el cuerpo en casa sin hacer nada más útil que navegar por internet y tomar cervezas en bares o discotecas hasta la madrugada mientras se rodean de supuestos amigos atraídos por el olor del dinero.
Y más preocupante aún es que hagan de esto una ideología, haciendo del dinero, no un medio para obtener cosas, sino un argumento de vida, y siguiendo los consejos contradictorios de libros que siguen como una Biblia, como Padre rico, padre pobre, de Robert Kiyosaki y Sharon Lechter, que ayudan a pensar de forma diferente a personas que están estancadas en un pensamiento retrógrado y pesimista, pero que es mentira que te hagan rico siguiendo sus enseñanzas porque olvidan (creo que de forma intencional) factores esenciales de la creación de riqueza que no se aprenden en los libros.
Nada más lejos de mi intención criticar a nadie por querer hacer dinero. El dinero es importante, nos da el bienestar y la tranquilidad económica para emprender y afianzar proyectos que de otra forma deberían esperar. Pero hacer dinero no debe ser un objetivo, sino una consecuencia de hacer aquello que más te hace feliz, siempre y cuando no sea estar sentado en el sofá embelesado con el Big Brother (Gran Hermano) o mirando fotos de desconocidos en redes sociales mientras te quejas de la injusta que es la vida y lo malas que son las personas.
Debería ser una consecuencia de tener constancia en el trabajo, de hacer aquello que más te gusta, de divertirte en un proyecto o un trabajo, al que dedicas todo tu esfuerzo y atención. De tener claros ciertos objetivos concretos que permitan centrarse en lo principal y no en lo superfluo. Si estás todo el tiempo pensando en qué vas a hacer con el dinero que ganes y no en la forma en que debe entrar en tus arcas, probablemente nunca lo tendrás en tus manos.
Y en especial, y en esto soy repetitivo, no puedes dejar de ser feliz con la labor que haces para hacerte rico. Puede que la riqueza llegue tarde, puede que nunca llegue, pero nadie podrá quitarte el placer de haber hecho aquello que más te gustaba, de haber disfrutado con algo que te hizo feliz mientras intentabas algo que era un plus que no todos llegan a alcanzar. Ahí está la verdadera riqueza.