Nunca termino de sorprenderme de las actitudes morales de los seguidores políticos de la socialdemocracia en España.
Tengo una amiga –socialdemócrata con viseras– que alguna vez me ha enviado mails donde dejan en mal lugar al Partido Popular español –el más cercano representante del pensamiento liberal, del cual me siento muy cercano y al cual podría votar de cuando en cuando. Aunque no comparto la ideología de los textos que me llegan, siempre me sonrío con el talento con que hay gente haciendo cosas interesantes con el Power Point y que tienen tiempo para ejercer su derecho a expresarlo creando en algunos casos verdaderas genialidades.
Lo que nunca entiendo es por qué, cuando soy yo el que le envía algo donde deja mal al Partido Socialista Obrero Español, al que ella vota pase lo que pase, robe lo que robe, se corrompa lo que se corrompa o mal gobierne de cualquier forma, se molesta y me acusa de ser un obtuso político.
Es curioso, pero no es una postura extraña. Los seguidores de la socialdemocracia se creen con el derecho moral para juzgar todo lo que les parece mal, reparten carnés de demócratas a todos lo que estén de acuerdo con ellos pero siempre terminan por acusar de fachas –que no es otra cosa que fascista– al que defiende otras ideas que no sean las suyas.
Me molesta mucho esa visión tan sectaria del mundo, siempre tan en blanco y negro, en la cual, siempre seré un fascista intransigente según lo ve ella y casi todos los seguidores de su ideología progresista.
Santiago Carrillo, comunista que tiene un pasado, oscuro y, al parecer, manchado de sangre hoy en día se ha convertido en el juez moral de la sociedad. Si no estoy de acuerdo con sus ideas, soy fascista.
Soy fascista, según mi amiga y algunos de sus correligionarios, si considero que Manos limpias o Falange española, organizaciones legales a las que jamás me verán apoyar, tienen derecho a usar los mecanismos legales que les ofrece la justicia. Pero nunca sería fascista si defiendo con el mismo énfasis, como también lo hago, de que el mismo derecho lo ejerzan organizaciones de corte ultraizquierdista.
Soy fascista, si estoy de acuerdo con que un juez al que se le reconoce un pasado brillante y demócrata sea llevado a los tribunales por intentar violar la ley aplicándola.
Soy fascista, si creo y expreso que un acto, donde se acusa a los jueces que deben decidir sobre el juez anterior de fascistas, verdugos, dictadores y franquistas, además de algunas otras lindezas, es parcializado, manipulador y mentiroso.
Soy fascista al considerar que los sindicatos, en lugar de estar echando fango sobre una de las instituciones democráticas del Estado como es la Audiencia Nacional, defendiendo a un juez que al parecer ha violado la ley, deberían estar exigiendo medidas al gobierno para mejorar las cifras del segundo país con más paro de Europa.
Soy fascista si critico la falta de libertades que sufren los cubanos –lo cual hacen con la boca chica o directamente no lo hacen los ideólogos de la socialdemocracia– pero no cuando también critico, al embargo sobre la isla.
Soy fascista si pongo en duda (ojo, sólo por poner en duda, no quisiera saber si me atreviera a negarlo) que el hombre sea el responsable del cambio climático actual. Porque la única idea que sirve, la única verdad absoluta es la que creen los progresistas mundiales.
Pues no, no soy fascista. Mi ideología es liberal, mucho más abierta, tolerante y respetuosa con la libertad del individuo que la socialista, la comunista y otras muchas que por ahí se abrogan el derecho moral de ser las únicas verdaderas. Debo recordar que no existe ningún país del mundo donde el socialismo, el verdadero socialismo (no éstos de la Hoz y el Martini, que hacen manifestaciones contra el capitalismo mientras usan el aire acondicionado y el coche de petróleo) haya respetado los derechos humanos.
Y es importante recordarles que el fascismo, eso de que tanto acusan a los que no creen en sus ideas, es una herencia del socialismo. El régimen fascista por excelencia, el que más conocemos, y al que más muertes se le reconocen, es un hijo del nacionalsocialismo, directo heredero del socialismo. Ahora, acúsenme de fascista.
¡¡Hay que ver esta nueva «camada de politiquillo/as» con ese tufo rancio y arcaico de progresía que tienen y lo único que tienen es un emboltorio de cinismo e hipocresía que no pueden con él!! Pero lo peor de esto, es que son muy vivos y tienen la guerra civil siempre en pantalla, porque saben que tienen un vivero de votos, en este bonito país. Pero, ¡¡qué pena que está tan adormecido!! Un saludo
Hola, Héctor: he caído por accidente en tu página y he leído tu nota. Bien, yo sí soy fascista. Y como tal, me impongo hacerte unas observaciones: entre el disolvente socialismo marxista y el socialismo alemán (mejor conocido como nacionalsocialismo) hay un mundo de diferencia (bueno es que consultes Mi lucha al respecto); la otra, el nacionalsocialismo bebió en las fuentes del fascismo italiano, pero adoptó unos tintes que el primero no tenía. Te conviene saber que Mussolini, el padre del fascismo, tras militar en la izquierda y comprender que era un engaño y tan nociva como la derecha, decidió virar hacia una tercera posición (es decir, que contrariamente a lo que la propaganda políticamente correcta afirma, el fascismo no es de derecha; tampoco, como es natural, es de izquierda)… El fascismo pretende no solo acabar con el comunismo y el capitalismo, sino que pretende ser garante de los valores tradicionales de la sociedad sanamente constituida: Dios, patria y familia (nota: yo soy agnóstico)… Te recuerdo que el credo marxista es ateo por excelencia; te anoto, también ,que para el capitalista no hay más patria que el dinero y, finalmente, te digo (como puedes comprobarlo si investigas a fondo) que la familia para el credo marxista es una institución burguesa que debe desaparecer (piensa si no en la propaganda abortista u homosexualista y sabe que el feminismo -inaceptable dentro de los diversos tipos de fascismo- es una manifestación de lo que propiamente se ha dado en llamar marxismo cultural)… En palabras del intelectual mexicano y periodista Salvador Borrego (bien conocido en los círculos afines a estas ideas en el mundo de habla hispana), el socialismo propugnado por Hitler no tenía nada que ver con la concepción pervertida del judío Karl Marx… Ahora, yo no soy liberal ni abierto ni tolerante (pero me concederás que soy sincero y te he hablado no con la intención de adoctrinarte), mas si te place debatir sobre estos temas (al margen de que puedas congeniar con ciertas ideas o no), estoy en la mejor disposición para ello. A mí, sobre todo, me interesa destruir ciertas ideas y prejuicios comunes que tienen las personas en torno a estas cuestiones. (Un mito común: Hitler deseaba eliminar a todos los que no fueran altos, rubios y de ojos azules, pero –oh, y aquí los que se creen agudos rematan- el no era ni alto ni rubio ni de ojos azules… Cierto, no tenía esas características puesto que no era nórdico, pertenecía al grupo racial alpino. Si bien todo lo anterior es falso. Por cierto tenía amistad con el Gran Muftí de Jerusalén –abuelo de Yasser Arafat y semita para más señas y con el shá de Persia, quien cambió el nombre de su país a Irán –que significa País de los arios o País de los puros- a instancias del fuhrer).
Saludos cordiales.