Es el camino, no la meta

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Seguramente has escuchado alguna vez: “cuidado con lo que deseas porque corres el riesgo de conseguirlo”. La frase se ha convertido en el Non Plus Ultra de la nueva moda de los libros de autoayuda: la ley de la atracción.

No creo la teoría subjetivista que propone esa especie de conspiración global del universo para sacarnos de los líos –que ya apuntaba hace años Coelho en El alquimista–; esta ley nos invita a despejar los pensamientos negativos de nuestra vida, a pensar siempre en positivo para atraer las mejores rutas que abran los horizontes del futuro. De acuerdo, un agnóstico como yo, que apenas cree en el espíritu, jamás puede aceptar semejante teoría, pero sí propugno seguirla a todos aquellos que tengan dificultad para salir adelante, aquellos que les cuesta encontrar su lugar en el mundo, que no saben si sirven para algo en este mundo tan injusto e individualista.

Y es que pocas verdades existen más pertinentes, con excepciones incluidas, que la que nos cuenta cómo los pesimistas salen mal parados y los optimistas tienen el potencial para triunfar. Es una simple explicación psicológica.

Si estás todo el día quejándote, pendiente de la conspiración que el mundo ha creado contra ti, echando pestes de la gente, de los conocidos, los desconocidos, el capitalismo y el socialismo, tu trabajo, llorando por las esquinas porque nadie te comprende y no te ganas un gran premio o nadie reconoce tu talento; si estás así todo el día, es muy difícil que encuentres el camino que te tienes delante para salir de esa situación.

Si por el contrario tu actitud es la contraria siempre tendrás la cabeza despejada para saber dónde mirar cuando las cosas se pongan difíciles, y aún mejor cuando todo te acompañe. Lo importante es aprender algo sencillo: disfrutar sobriamente con los logros y aprender de forma eficiente de los fracasos.

No podemos pretender que todos los proyectos que empecemos terminen plenos y satisfactorios. Es necesario aprender a mirar la meta con esperanza, trabajando, luchando por conseguirla, pero siempre disfrutar en el camino con los medios para alcanzarla.

Porque no es importante conseguir la meta. Es decir, no es “SÓLO” importante conseguir la meta sino disfrutar del camino que nos traslada hacia ella. Porque la vida es injusta, pero sólo si no sabemos encontrar lo justo que nos ofrece; el mundo es individualista, pero sólo si no aprendemos a tomar lo que otros aprendieron antes y nos ofrecen, y si no sabemos tampoco ofrecer lo que mejor hemos aprendido en nuestro camino.

Sí, es verdad, cuidado con lo que deseas porque puedes conseguirlo, pero si lo consigues tampoco es para preocuparse si eres capaz de encontrar otra meta en la cual disfrutar mientras avanzas en el camino para conseguirla.

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