The Father. El truco es el punto de vista

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Si quieres escuchar en Podcast:

blankUno de los aspectos más importantes a la hora de transmitir o emitir un mensaje tiene que ver con el punto de vista. Te pongo un ejemplo:

Imagina dos vecinos uno con sombrero y otro con gorra que tienen un conflicto centenario por un terreno entre dos fincas. Nos cuentan que el del sombrero entra a la finca del otro y mata al perro. Desde fuera nos puede importar más o menos el problema. Llegamos como mediadores y le preguntamos a ambos qué ha pasado.

Te voy transmitir lo que me dijeron. Me pongo en la piel del vecino de la gorra que me cuenta que su bisabuelo había comprado a la Alcaldía todo el valle donde está el terreno tras la Guerra civil y que, por mucho que haya un conflicto entre ambos, jamás se le ha ocurrido pasar a la violencia. Lo ha pensado, pero siempre se contiene porque no es un hombre impulsivo. Pues ya está, hemos decidido que no importa el problema que exista entre ambos, el del sombrero es un salvaje violento que mata animales que no debería haber cruzado las lindes para semejante acto de barbarie.

Pero cuando le pregunto al vecino del sombrero me dice que la Alcaldía no tenía potestad para la venta porque surgió tras la guerra que destituyó al alcalde elegido previamente y que él no es un asesino de perros, y menos de personas. El de la gorra había pasado la noche antes por su casa cuando él estaba en el campo y había amenazado a su hija con ser mordida por el perro. Fue su hija quien decidió cruzar al día siguiente a la finca enemiga y exterminar al perro para evitar el peligro.

¿Y entonces qué? Cuando estamos dentro la perspectiva cambia.

Este recurso técnico lo explota muy bien la película The Father, del director francés, Florian Zeller. La historia narra la relación entre un padre y su hija, poco más, pero con una particularidad, que el padre está siendo poco a poco consumido por la demencia, hecho que al principio no tenemos del todo claro.

El gran logro de este inmenso filme es su estilo parco, teatral, puramente actoral, con la ausencia casi total de acción física y una dosificación admirable de la acción emotiva. Florian Zeller, el director, ha decidido que vivamos esa degradación mental a la vez que el afectado, es decir el padre, es decir el personaje que interpreta Hopkins, y esto aporta un tono inquietante a toda la historia.

El punto de vista, del que comencé hablando antes, es el que produce ese desasosiego, esa incomodidad de no saber lo que va a pasar después, de vivir en nuestra propia piel la confusión de Anthony, que por momentos no sabe si ha pasado unos minutos o varios días, si quien le habla es su hija o una impostora, si su yerno está vivo y lo maltrata o está muerto.

Para hacerlo aún más desconcertante, los tiros de cámara son en su mayoría fijos, que siguen los movimientos de un personaje al que vimos hace unos segundos y que ahora realiza cualquier actividad intrascendente de la vida cotidiana, pero como espectadores estamos ansiosos, tal si fuera una película de terror, porque esperamos la siguiente escena donde todo se revierte y nos crea aún más ansiedad.

Mención aparte las actuaciones de todos los actores, desde el propio Hopkins hasta Olivia Colman, dos bestias interpretativas que engrandecen cualquier filme que escogen.

Si me preguntaran: ¿qué crítica le harías? Por decir algo, que el personaje de Lucy, si bien aparece en un recuerdo o una memoria inventada durante 20 segundos en todo el filme, me hubiera gustado que hubiera quedado como personaje sugerido como estaba concebido en el guion original. Quizás hubiera acrecentado aún más el desconcierto mental de este hombre que, sin saberlo, se está convirtiendo en un lastre para su familia. Pero en realidad, no afecta demasiado en el desarrollo final del argumento.

The Father me dejó una reflexión que no me abandona: es terrible ver cómo se consume mentalmente alguien que amas, a la vez que sufres porque no se percata de su degradación y, a la vez, el sacrificio que implica soportar a alguien que te hiere, pero no se da cuenta. Hay martirios forzosos que se sobrellevan aún peor.

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