𝑇𝘩𝑒 𝑄𝑢𝑖𝑒𝑡 𝐺𝑖𝑟𝑙 y 𝑇𝑟𝑒𝑠 𝐿𝑢𝑐𝑒𝑠. No sabemos, pero intuimos

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Si quieres escuchar en audio:

blankEn un debate sobre cine, tras la ceremonia de los Oscars 2023, intenté ser crítico con los premios, aunque había disfrutado por ratos la película ganadora; y en alguno quedó la errónea impresión de que odio el cine de entretenimiento.

Voy a tratar de explicar algo que no sé si tiene verdadera justificación. Y es que, aunque tengo la tendencia a deleitarme más con la ficción cuando es emotiva o reflexiva, disfruto mucho del cine de acción física o de terror, o de ciencia ficción, o las comedias y, aunque algo menos, también la fantasía o el Western o las artes marciales o cualquier otro género.

Porque en verdad, no miro el cine por géneros, sino por otros motivos que tienen que ver con la relación entre la historia que me cuentan y los aspectos técnicos y formales que se usaron para hacerlo. De una historia de ficción me interesa, primero que me la crea y que me emocione, que me obligue a quedarme frente a la página o la pantalla sin que note los artificios; después, sus indagaciones estéticas o filosóficas Y sólo al final, (y no puedo evitarlo), me fijo en el tratamiento de personajes, los diálogos adecuados al argumento que pretende y que no desencajen de la realidad objetiva, la correcta escritura y puesta en escena, tratamiento de las técnicas según objetivos, etc.

Aunque haya tendencia a considerar lo contrario, una película es buena o mala, no por el género donde la incluyan, que muchas veces es algo arbitrario, y un buen ejemplo está en el cine de Quentin Tarantino, que a menudo es difícil de clasificar en un único género. Una obra de ficción es buena o mala según los objetivos que se proponga y los medios y técnicas que se escojan para conseguir esos objetivos, el género es aleatorio y un aspecto menor respecto a su calidad.

La lógica apunta a que, cuánto más sorprendente nos resulte la obra de ficción, cuánto más logre llegar al destino que se propuso y si, además, lo hace maravillándonos y sorprendiéndonos con las herramientas que selecciona el autor, mejor será. José Luis Garci tiene una frase maravillosa para explicar la diferencia entre una buena obra de arte abstracto y una cagada: en el momento en que advierto que lo puedo hacer yo, ya no me interesa.

La frase la hago mía para la ficción, sabiendo que ya no tiene gran mérito hacerlo cuando descubro el esqueleto que sostiene una buena historia. Quizás es esta la idea a la que me aferro cuando asisto a las estructuras de la ficción, sean en cine, literatura, teatro… Y no voy negar que, esta misma manera de ver la ficción, me conduce a que prefiera el cine reflexivo a otro tipo de indagaciones o divertimentos. Pero a la hora de disfrutar de una película lo puedo hacer lo mismo con M3gan, una película de terror puro y duro, Cinema Paradiso, para mí una de las pocas películas perfectas, The Equalizer, que es mucha acción física por encima de otras consideraciones, Matrix, otra de acción física que, si vas más allá de las patadas y la bobería de gente volando, tiene algo importante que decir, o The Quiet Girl., de la que quiero hablarte.

Quiero centrarme en esta última porque es muy buena, y porque engloba mucho de lo que hemos apuntado, y ejemplifica uno de los tantos debates absurdos que produce la ficción. En este caso es, si el cine debe sólo contar una historia o, por el contrario, epatarnos con los aspectos visuales, y no preocuparse tanto de historias y argumentos. Que, si lo pensamos bien, es un debate derivado del previo sobre lo que es el buen y mal cine, aunque, esta vez, visto desde los aspectos formales.

Cada historia, da igual el formato, tiene su propia forma de ser contada, y que no siempre tiene que ser la misma. Todo depende de los objetivos propuestos. Un creador debería ser capaz de saber agarrar los aspectos técnicos para conducir al lector-espectador-consumidor de la manera que mejor le convenga hacia el objetivo que se ha propuesto, y, además, que ese lector-espectador-consumidor no note que lo manipula, o cuando menos, que no sea consciente de las herramientas que se utilizan para hacerlo.

Uno de los ejemplos que mejor ilustra esto son las dos adaptaciones al cine, casi simultáneas realizadas en el cine anglosajón de Dangerous Liaisons (Amistades peligrosas) de 1988 y Valmont,de 1989. Basadas en la misma novela francesa Les Liaisons dangereuses, de Pierre Choderlos de Laclos, y, sin embargo, la mirada de ambos filmes es bastante diferente, según la lectura que se hace de ellas, el objetivo que buscaban ambos directores y los aspectos técnicos que se decidieron para conseguirlos. Tenemos dos películas que cuentan la misma historia, pero con dos argumentos diferentes: uno visto desde la maldad, el otro visto desde la compasión.

The Quiet Girl, el filme irlandés del que hablo parte de una premisa: no tienes que saberlo todo de la historia que te cuento, porque tú, espectador, también formas parte de ella. Ya lo han hecho muchos buenos filmes y libros antes. Quizás el ejemplo más cercano sea The Power of the Dog donde perderse una escena, un simple fotograma, puede hacerte no apreciar un detalle fundamental para entender lo que nos están contando.

La película de Colm Bairéad, no es una historia original. Está basada en una novela que se titula Foster, traducida al español como Tres luces. Es una novela muy corta, quizá más un relato por partes que una novela, lo que en francés llamamos Nouvelley en inglés Short Story , pero lo mismo que con el género, su clasificación por extensión no impide que sea una joyita de la ficción narrativa.

Foster, la nouvelle, y The Quiet Girl, el filme, arrancan cuando un matrimonio disfuncional y problemático se siente obligado, por varios motivos, a dejar partir a una de sus hijas, que se llama Cáit, para que pase algún tiempo con unos familiares lejanos como padres adoptivos.

Atención, no voy a hacer destripes. Si te preocupan, a partir de ahora no cuento nada que desvele el conflicto ni el desenlace, pero sí voy a contar elementos formales que pueden afectar la manera en que puedas disfrutar de la historia.

Desde las primeras escenas de Cáit con la nueva familia estamos asistiendo a algo que no nos esperamos; situaciones turbadoras e inexplicables, silencios anormales, conversaciones en voz baja y ocultas de la escena principal.

La novela hace algo inteligente para mostrarnos esto, y es colocar el punto de vista en la misma niña, con su inocencia, su desconocimiento de lo que está sucediendo y su incapacidad para conocer todo lo que piensan o saben los demás.

Esta bañera tiene más agua que cualquier otra en que me haya bañado. Mamá nos baña con la menor cantidad de agua posible y nos hace compartirla. Al cabo de un rato, me recuesto y miro a la mujer a través del vapor mientras ella me friega los pies. La mugre de debajo de las uñas me la saca con unas pincitas. Aprieta el envase de plástico del champú, me enjabona el pelo y me lo enjuaga. Después me hace poner de pie y me pasa el jabón de arriba abajo con un trapo. Sus manos son como las manos de mi madre, pero hay algo más en ellas, algo que nunca antes sentí y que no sé cómo llamar. Me siento sin palabras, pero esta es una casa nueva y necesito palabras nuevas.

En literatura este narrador es conocido, como tendencia, como poco fiable. Lo que nos cuenta está limitado a lo que ve, siente o vive. Tenemos dudas si cuenta la verdad, o al menos toda la verdad, si sus impresiones sobre otros personajes son reales o impresiones subjetivas, si sus sentimientos y emociones no empañan la realidad que nos cuenta.

Cáit, la niña que nos cuenta esta historia está conmocionada. Sus padres tienen problemas que no conocemos a fondo, pero intuimos por su propia narración. Ejemplo, cuando su padre, hablando con los que serán sus padres adoptivos, dice que tiene el granero repleto de heno. Lo que provoca la siguiente reflexión en ella:

Me pregunto por qué miente mi padre sobre el heno. Se le da por mentir sobre cosas que, de ser ciertas, serían lindas.

Su antigua vida no sabemos cómo es. Como en los grandes relatos chejovianos la historia comienza In Media Res, es decir, en medio del conflicto, cuando ya es trasladada hacia su nuevo hogar temporal. Sin embargo, los detalles de cómo es el matrimonio de sus padres, los podemos intuir por el contraste con esta nueva realidad, desasosegante, extraña, pero que nunca expresa de forma literal, sino que lo intuimos. En principio, porque no parece que una niña pueda ser feliz en una casa con extraños:

Pasando la cocina, unos escalones alfombrados llevan a un cuarto amplio. Allí hay una cama de dos plazas con una colcha afelpada y veladores a cada lado. Ahí, sé, es donde duermen y, por alguna razón, me pone contenta que duerman juntos.

Por si fuera poco, este matrimonio adoptivo tiene un secreto, existe algo que Cáit tampoco nos dice, porque obviamente no lo sabe, pero que condiciona el trato de ambos hacia ella. Lo vemos desde su llegada, pero se hace evidente en este diálogo tras varios días de estancia con ellos:

–Creo, niña, que ya va siendo hora de que vistas bien.

Tengo puesto un par de pantalones azul marino y una camisa azul que la mujer sacó de la cómoda.

–¿Qué hay de malo con ella? –pregunta la mujer.

–Mañana es domingo y la niña necesita algo más que eso para la misa –dice él–. No quiero que vaya como la semana pasada.

–¿Te parece que no está limpia y pulcra?

–Sabes bien de qué te estoy hablando, Edna –dice con un suspiro–. ¿Por qué no suben a cambiarse y vamos de una corrida a Gorey?

El diálogo es de la novela, pero es casi textual en el filme. ¿De qué hablan los personajes? ¿Qué tendría de malo su ropa? ¿Por qué el hombre dice a su mujer: “Sabes bien de qué te estoy hablando”? ¿Hay algo más que están ocultando a la niña? Todas estas preguntas surgen aquí y en otros momentos parecidos en la novela.

¿Cómo hicieron esto en la película? Además de los diálogos, tanto en este caso como en el resto del filme, la cámara recoge sombras donde no debiera, se fija en detalles, en apariencias intrascendentes, intuimos datos que ocurren fuera de la escena y que, ratos nos tiene sobre ascuas; porque (ya lo he dicho más de una vez) dicen los psicólogos que lo que no sabemos nos inquieta.

Tanto en la novela como en el filme, existen escenas donde la impresión que nos transmite este narrador poco fiable (narradora, en este caso) es que los demás personajes tienen actitudes irracionales o, cuando menos, ilógicas en el contexto de lo que estamos viviendo como espectadores o lectores.

Los personajes hablan de cosas que no sabemos, se refieren a detalles que no entendemos, hay diálogos que refieren a un contexto que no existe, o que no conocemos. Y la realidad es que estamos asistiendo a lo que los creadores de ficción llamamos el dato escondido.

Esto es: un elemento importante del argumento que se le esconde al espectador-lector para que se vea obligado a una participación más activa y que provoca que la historia que se cuenta adquiera mayor nivel de sugerencia; te cuento menos, pero te insinúo para que indagues lo que no te cuento.

Si el dato se revela de forma evidente o se mantiene escondido durante toda la película no voy a decirlo, pero es importante saber que ambas son formas eficaces de mantener la atención del espectador y de hacer una mejor obra de ficción. Lo que importa aquí es cómo este dato que no sabemos, puede afectar nuestra visión de las cosas, nuestro punto de vista sobre la vida, las personas, los hechos.

Para lograr este objetivo del dato escondido la historia está contada con un montón de trucos que los legos no siempre advierten, pero que igual afecta su punto de vista. Hablamos de conversaciones de las que entendemos menos de la mitad de lo que se dice, frases fuera de contexto que cogemos al vuelo, movimientos de cámara para obligarnos a buscar algo que no existe o que no se aprecia a simple vista, cambios de humor inexplicables de personajes, primeros planos de objetos que parecen no tener importancia. Todo con el objetivo de darnos pistas sobre algo que sucede, o que sucedió, pero que no sabemos.

Desde este punto de vista, The Quiet Girl ocultando lo fundamental que explicaría mucho de lo que no sabemos, se convierte en una mejor obra de arte que si desde el principio sabemos todo lo que sucede. ¿Por qué? Ya lo hemos dicho: Porque nos obliga a indagar, investigar, estar atentos a lo que falta, lo que no se dice, lo que puede pasar, y de esa forma nos mantiene aún más activos respecto al argumento que pretende.

Debo advertir que tanto el dato escondido, como el narrador poco fiable, están mejor logrados en el filme. Quizás porque la misma novela es altamente visual, y por momentos, el personaje de la novela deja de ser creíble, a ratos, cuando ya sabemos o intuimos aquello que se nos oculta. Sucede, quizás porque el nivel de sorpresa o asombro de ella, tanto como personaje como narradora, ya no se sostiene con igual eficacia tras la posible revelación de ese dato conocido.

En lo que sí me he sentido atónito es en la casi absoluta fidelidad del filme a la novela. Un concepto que, por demás, no me seduce cuando se habla de adaptaciones literarias al cine. Una adaptación cinematográfica es una lectura emocional de un texto escrito y, por tanto, no existen fidelidades si se pretende una película estéticamente comparable al libro. Valmont y Las amistades peligrosas lo atestiguan.

Pero es que, en este caso, los diálogos de la película, salvo algunos creados específicamente para escenas que no existen en el libro y que afianzan la eficacia del dato escondido, son casi exactos, los mismos que aparecen en el libro. Esto es bastante curioso en una adaptación y que no pierda calidad, sino que por momentos pueda superar al texto escrito.

Es absurdo tratar de extraer una lección humana de toda historia de ficción, pero en esta película, visto desde mi punto de vista, no puedo dejarme llevar por algo subjetivo. Al tener una hija que podría vivir situaciones similares a las que cuenta ese filme, me obliga a pensar en la fortaleza de los lazos familiares, la intensidad de los vínculos que formamos en la niñez, y quizás es una invitación a que nos guardemos los prejuicios, las ideas preconcebidas, las opiniones fuera de contexto, cuando nos falta información.

En todos los casos, estamos ante una excelente película, con un final brillante, casi exacto al del relato original, y que te dejará con muchos deseos de rellenar con tu propia vida, de pensar en tus propias decisiones, tus puntos de vista, tus opiniones sobre la vida.

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