Alguna vez he hablado del poema La ciudad, del poeta griego Konstantino Kavafis. Es aquel poema donde invita a realizar cosas útiles no importa si el ambiente que tienes a tu alrededor es el peor para hacerlo.
Deberían leer este poema –y ya de paso toda la obra de Kavafis– muchos amigos a los que siento tan metidos en las molestias de la crisis mundial que no piensan en los métodos para salir de la otra crisis: la más importante, la interior.
Es una cuestión científica, más que probada por la psicología, los optimistas viven más y obtienen las mejores recompensas de la vida; los pesimistas se obsesionan con los inconvenientes que les rodean y atraen más problemas.
Insisto, es ciencia, no esoterismo. Cuando estás tan encajado en las trabas, cuando estás todo el tiempo pensando en los inconvenientes de la vida, quejándote de que la crisis es excesiva y prolongada, que tus amigos o conocidos no tienen trabajo, que aquel perdió su casa por una mala hipoteca, o que mi primo vendió su coche porque ya no podía pagarlo, estás perdiendo la posibilidad de pensar en los métodos que tienes para encontrar la salida de la situación personal en la que te encuentras.
Nadie dice que sea fácil, el ambiente condiciona nuestras vidas. Yo mismo lo sufrí siendo editor de una revista de Arte y Literatura en una dictadura, yo mismo lo viví en mis carnes cuando tuve que hacer frente a una acusación de antipatriotismo (como si me importara) por una novela, novela que se censuró, que sufrió los embates de vivir en un sitio donde no se puede expresar lo que se piensa.
Pero nada de ello me sumió en una crisis. Seguí ejerciendo mi trabajo y prometí mejorar en cuanto pudiera. Hoy no tengo un trabajo mejor (depende de cómo se mire), pero tengo la libertad para ejercerlo libremente o buscar otro sin presiones, tengo la libertad de decir lo que pienso, de saber que si alguien toca mi puerta de madrugada no será la policía política de un régimen autoritario.
Hay crisis a alrededor, es una verdad indiscutible, pero si las cosas no te salen como quieres, más vale que te pongas a pensar en qué estás haciendo mal para que eso suceda y no en el mal que te rodea.
El mejor país del mundo está por descubrir, pero si fuese Suiza y decides afincarte en él, podrías ser uno de los mendigos que allí pide en las calles. Por el contrario, puede que en Haití (ahora agobiado por uno de tantos problemas que tienen año a año) podrías tener la suerte de hacerte millonario.
Es difícil, es la parte menos probable de una realidad que casi siempre es la contraria, pero es tan verdad como que uno de los hombres más ricos del planeta es el mexicano Carlos Slim. Hay millonarios en Bolivia y pobres en Alemania. Quejarte porque va mal tu país o todo lo que te rodea es perder las posibilidades de encontrar las formas para que te vaya bien.
Pero lean a Kavafis. Él lo dice con palabras sabias, no necias como las mías.
La ciudad, por Konstantinos Kavafis
Dices “Iré a otra tierra, hacia otro mar
y una ciudad mejor con certeza hallaré.
Pues cada esfuerzo mío está aquí condenado,
y muere mi corazón
lo mismo que mis pensamientos en esta desolada languidez.
Donde vuelvo mis ojos sólo veo
las oscuras ruinas de mi vida
y los muchos años que aquí pasé o destruí”.
No hallarás otra tierra ni otro mar.
La ciudad irá siempre en ti. Volverás
a las mismas calles. Y en los mismos suburbios llegará tu vejez;
en la misma casa encanecerás.
Pues la ciudad siempre es la misma. Otra no busques
-no hay-,
ni caminos ni barco para ti.
La vida que aquí perdiste
la has destruido en toda la tierra.