Vivian Maier. Belleza intelectual y genialidad desconcertante

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vivian_maier_autoretratoUna anécdota narra la Odisea vivida por Thelma Toole, después de la muerte de su hijo John Kennedy Toole, para intentar publicar, la novela La conjura de los necios, escrito por John. Esta madre tradicional –¿qué madre no creería que su hijo ha escrito una buena novela– conoció a un editor que, prácticamente por casualidad, decidió leer el manuscrito y se arriesgó a publicarlo. La obra, luego de su salida a la luz ha sido un éxito increíble. Cuando leí varios artículos y vi la exposición de fotos de Vivian Maier, expuesta en el llamado Château de Tours, la historia de La conjura de los necios, volvió a mi mente.

Vivian Maier, nació en Nueva York en 1926 pero pasó casi toda su infancia en Francia. Hija de un padre austríaco y madre francesa, regresó a Estados Unidos en la década de los cincuenta donde trabajó en una fábrica, y en los últimos años de su vida como institutriz.

En medio de su lucha por subsistir esta increíble mujer encontró la fotografía como forma de representar lo que quería transmitir. Hizo su trabajo por amor al arte. Amaba la cultura, los libros, el teatro, el arte en general y buscó una forma de poder expresar ese amor, con todo lo que ello implica. Su profesión como institutriz y el acoso constante de las deudas no le impidió hacer fotos muy profesionales, quizás porque no podía hacer otra cosa, porque salir a la calle para hacer fotos era por ella como respirar.

Tenía una pasión, casi obsesiva, por reflejar lo social y en su tiempo libre se dedicó a capturar escenas urbanas, con personas excluidas y un remarcable talento artístico para la fotografía. Sus fotografías son de un genio desconcertante, hecho en general, con una cámara Rolleiflex que le permitía realizar su trabajo en discreción.

Inmediatez, un exclusivo punto de vista, un magnífico trabajo con los colores, –especialmente el blanco y el negro–, y su perspectiva única, provocó que John Maloof, un fotógrafo apasionado por la historia, fijara sus ojos en el trabajo de esta increíble fotógrafa; cuando era demasiado tarde.

Por desgracia, Vivian Maier nunca tenía dinero para revelar su trabajo. Para no ser desahuciada entregó varios muebles en pago por sus deudas. En varios de esos muebles estaba el trabajo de su vida acumulado en más de 100 000 negativos fotográficos que Maloof compró –¿Casualmente o existe la justicia poética?– en una subasta de ocasión. El investigador intentó dar con la autora. Lamentablemente, Vivian Maier había muerto dos días antes de que el investigador comenzara a buscarla. Maloof reveló todos los negativos que pudo, lo que estaban en buen estado. Lo demás ya se sabe: como John Kennedy Toole en su momento, Vivian Maier se convirtió en una celebridad.

La historia de Vivian Maier es la de muchos artistas que producen en silencio, sin que tengan otra salida. Si un artista conoce los caminos disparatados por los cuales un trabajo artístico triunfa, si recibe negativas, decepciones y aun sigue haciendo su trabajo, su gesto es como un acto de locura. Hacer arte por diversión o por imperativo de vida, por el onanista pasatiempo de seguir un sueño, con la esperanza de un futuro mejor para un trabajo desconocido, es, por supuesto, casi una locura, pero también un gesto de belleza intelectual.

Vivian Maier tenía todo para triunfar: la locura de seguir sus sueños, belleza intelectual y un genio desconcertante. Es lamentable que no lo pudo hacer durante su vida. Para conocer su genio sólo hay que entrar aquí y quedar deslumbrado: www.vivianmaier.com. A mí me enamoró.

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