Soy un luchador contra imposibles

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blankSoy un luchador contra imposibles. No soy de los que dicen: “quiero hacer esto, pero no tengo tiempo” o “me gustaría aquello pero es muy difícil”. Soy de los que cuando alguien les dice que algo no se puede se esmeran en demostrar que sí era posible, que sí hay soluciones para lo imposible. Soy de los que ante los obstáculos, crece porque se alimenta de ellos. Si veo una pared que me impide algo, la rompo, y si es muy gruesa, la escalo. Soy de los que busca grietas para escapar donde otros lloran por la fortaleza de los tabiques.

Si no fuera así estaría viviendo en Cuba quejándome del sistema socialista de los Castro mientras el alcohol revienta mis venas. O estaría preso, por ser respondón, por escribir lo que escribo, por defender a personas a quienes querían masacrar por no ser del todo políticamente revolucionarios, por reunirme con opositores, por frecuentar la casa de la iglesia católica, por reconocer la mierda general en la que vivía.

Si no fuera un luchador contra imposibles no habría vivido algunas de las historias que he vivido, aquel amor que ya murió, pero del que guardo momentos bellos, aquel momento en que me atreví a leer públicamente mi olvidable cuento que me abrió las puertas de la literatura, aquel otro cuando tuve que sacar fuerzas para enfrentarme a un policía cubano que gritaba para acusarme de delitos no cometidos.

Si no fuera un luchador contra imposibles no sabría montar un ordenador sin haber estudiado electrónica, ni formatearlo y resolver problemas de software sin haber pasado curso alguno de informática, ni ayudar a tantos amigos con su cacharrería electrónica.

Pero la vida me ha demostrado que sí hay cosas imposibles.

Me he dado cuenta que cuando no depende de ti, no puedes hacer que alguien no se invente mentiras sobre ti.

Me he dado cuenta que alguien voluble y victimista, puede llegar a quitarte la sonrisa si no eres fuerte.

Me he dado cuenta que no porque hagas las cosas bien obtendrás lo mismo si del otro lado se malinterpretan de forma malintencionada las cosas.

Me he dado cuenta que las personas son como son, que nada que hagas podrá hacer madurar o cambiar a nadie, porque a las personas se las quiere, o se las odia, como son, por lo que llevan en sí mismos.

Me he dado cuenta que la imaginación no tiene límites, de forma que puedo llegar hasta la estrella alfa de la constelación de la ballena en una novela o en mis sueños, como otro puede recrear historias fantasiosas sobre su vida o la mía.

Me he dado cuenta que nada puedes hacer más que callar y dar tiempo a la vida cuando alguien, para justificar sus agresiones contra ti o su propio mal carácter contra el mundo, se justifica con mentiras que cuenta a cuantos estén dispuestos a escucharlas.

Sin embargo, esos imposibles no me han quitado la sonrisa que mi madre me enseñó, ni las ganas de amar que mi padre me dio, ni las ganas de vivir que los amigos me trasmiten, ni las de luchar que aprendí luchando contra imposibles, ni las de romper muros que me enseñó vivir en una dictadura, de aprender más que me enseñaron los libros, de viajar al fin del mundo que me invaden cuando veo las pirámides de Egipto.

Hay imposibles, es verdad, pero sigo siendo un luchador contra ellos.

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