2011 para olvidar. En lo personal, no tanto

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Si hago caso de los analistas económicos de los que hasta ahora me he fiado, los que aseguraban que había crisis cuando el gobierno anterior hablaba de alarmas antipatriotas, cuando este año me coma las uvas mientras suenan las campanadas, voy a querer que pasemos directamente al 2013 sin pasar por el año que viene.

El 2011 queda detrás marcado por la crisis mundial. Un año donde la gente se ha visto obligada a reconocer que la economía de mercado es la menos mala, pero sigue siendo mala a la espera de que aparezca algo mejor, y que lo importante no es perseguir que el bolsillo esté desbordado de dinero, sino con el suficiente para no tener que pedir prestado a los amigos a fuerza de no andar mendigando por las calles.

Ha sido un año horrible desde el punto de vista económico, lleno de noticias apocalípticas y cada cual peor a la anterior. Por desgracia la economía lo llena todo, y nos ha hecho pasar casi inadvertido todo lo bueno que este año dejó atrás, desde el descanso que tienen muchas familias del mundo sabiendo que Bin Laden pagó de alguna manera sus crímenes hasta que la banda terrorista ETA,al parecer, ha dejado finalmente detrás su estela asesina.

Desde el punto de vista personal debo –y perdonen– darme algunos golpes en el pecho. Mi situación económica no es mejor, profesionalmente algo sí, pero sobre todo, puedo gritar a los cuatro vientos que uno de los proyectos más deseados por mí desde hace tiempo empezó a andar.

Tengo que reconocer que la vida, aún en medio de los problemas, a pesar de todo el revolutum incómodo y obstaculizador que lo llena todo, me sonríe siempre. Incluso allí, cuando las cosas no empiezan a ir bien, cuando un desquicio me saca de mi tranquilidad emocional, algo pasa para que empiece a creer en la posibilidad de que un ángel me cuida desde el cielo, o desde la esquina de mi casa, que nunca se sabe.

Nunca dejo de soñar, creo que ya nunca dejaré de hacerlo. Cada sueño que saco de mis noches es un proyecto que encamina mi vida. Y si hasta ahora, de forma general, y como tendencia, puedo decir que todo lo que me he propuesto ha salido adelante, me perdonarán –quizás hasta alguno me apoye– de que sea optimista, de que me olvide un momento de la crisis, que reniegue de gobiernos, de bancos, de indignados, de economistas, apocalípticos, envidiosos, ladradores profesionales, de patronales, de sindicatos, de dictaduras, de democracias reales o ficticias, para decir que el 2012 va a ser muy bueno porque yo lo quiero, porque me da la gana.

Así que este año que entra, por más que algunos digan que los mayas anuncian el Apocalipsis, voy a sacar de mis noches tres sueños más para convertirlos en proyectos.

Primero: Asentar fuertemente mi proyecto más ambicioso, la editorial El Barco Ebrio (www.elbarcoebrio.com). Aunque no viva completamente de ella cuando llegue el 31 de diciembre de 2012, voy a demostrar que tuve razón cuando dije que este proyecto funcionaría.

Segundo: Prometo, sí, lo prometo, hacer más vida social con los amigos. Este año los proyectos me han obligado a concentrarme tanto en ellos, que he tenido que limitar mi vida social. Así que saquen las cervezas y el jamón de las neveras porque voy a caerles en casa.

Tercero: (Esta es más difícil y no lo puedo prometer porque no depende sólo de mí). Hacer lo imposible para que la vida profesional no sea incompatible con la sentimental. Debo asentar mi vida amorosa, para que no sea un estorbo a mi vida profesional, ni lo contrario.

Así que por más que digan que este año viene peor, a mí me va a ir mejor. Porque yo lo quiero, porque tuve la suerte de descubrir a tiempo ese talento que todos tenemos y que nadie más tiene, y que muchos se van a la tumba sin descubrir; porque me da la gana, porque descubrí que el optimismo es algo más que la felicidad, es la capacidad para gestionar eficazmente nuestras frustraciones, aprender de ellas y volver a empezar con más ganas que antes; y en eso, soy un maestro.

Así que nada de saltarme años. ¡FELIZ 2012!

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