Hace un tiempo escuché una entrevista a un conocido presentador de la televisión española que, entre otras cosas, contaba cómo se incomodó mientras veía un programa porque consideraba que podía ser bueno, pero estaban haciendo las cosas de forma equivocada. Así que al día siguiente se presentó en el estudio donde se realizaba y dijo: “Ustedes me necesitan”. Actualmente es el director de dicho programa. ¿Tuvo suerte?
Aunque se ha dicho muchas veces no todos hemos comprendido lo bien unidos que van la suerte y el trabajo. Tanto confiamos en la escasa posibilidad de que aparezca algo que cae de la nada y nos resuelve una situación agotada, que estamos de brazos cruzados esperando que suceda.
Y es un error.
De la misma manera vivimos en sociedades donde hemos exagerado los beneficios del éxito. Que sí, que tener éxito es importante, pero no debe ser el objetivo, sino la consecuencia de hacer lo que lo que queremos o sabemos mejor que nada.
Es algo que todos alguna vez podremos haber vivido, aunque no lo recordemos.
En uno de los capítulos de la serie The Good Wife, Alicia es llamada por sus jefes del gabinete de abogados para decirle que ya no será empleada, sino socia de la firma, lo que le da un alto porcentaje de ingresos, aunque también mayores riesgos, al ser lo más parecido a una dueña del gabinete.
Al principio Alicia lo recibe con alegría, hasta que se entera de que han ofrecido el mismo ascenso a seis de sus colegas para resolver un problema financiero; la firma de abogados para la que trabaja necesita tener una cantidad de dinero suficiente para una fecha concreta, y la forma más directa y rápida de conseguirla es ascendiendo como socios a nuevos miembros que aporten capital hasta llegar a la cifra requerida por el juez.
Como es de esperar, Alicia cae en crisis, porque considera que no la han sumado a sus filas por su talento, sino por una circunstancia inesperada e imprevisible. Diane, una compañera de trabajo, que ya es socia, y que es además una de sus jefas, se le acerca en un momento del capítulo para levantarle el ánimo y le comenta:
–¿Sabes por qué me hicieron socia? Jonas Stern fue demandado por acoso sexual, y necesitaba mostrar que tenía a una mujer como socia. Eso es todo. Cuando la puerta a la que has estado llamando al final se abre, no preguntas por qué lo hace, entras corriendo. Así de sencillo.
Parece algo frívolo, pero es verdad.
Yo mismo lo viví cuando salí de Cuba. Vivía en Córdoba, sin poder regresar a Cuba porque había vencido mi permiso del gobierno, y sin poder trabajar porque no tenía residencia legal en España. Por unos tres años fui lo más cercano a un apátrida, sin la posibilidad de solicitar el asilo porque, legalmente, seguía siendo cubano. Vivía casi de la nada, dando clases de literatura creativa a gente que quería aprender a escribir. Por azares infrecuentes y circunstanciales conocí a uno de los editores más importantes de Córdoba, y al saber que yo tenía experiencia (no oficial en España) dando clases, me pone un reto:
–¿Eres capaz de escribir un libro de literatura creativa para hispanohablantes?
Mi primera reacción iba a ser simple: claro que no puedo, no me siento preparado, no soy la persona indicada. Pero algo en mi interior me obligó a pensar la respuesta con paciencia.
–Piénsatelo y luego me dices –dijo finalmente.
Yo era entonces más joven y más descarado. La primera reflexión que me hice era si en verdad necesitaba ser yo Mario Vargas Llosa para escribir un libro así, la segunda era si tenía o no tenía las herramientas y los conocimientos necesarios para hacerlo.
Como mis respuestas fueron, no a la primera pregunta y sí a la segunda, al día siguiente lo llamé y le dije que sí. De ahí surgió. Cómo se escribe una novela, que ha tenido una repercusión que no esperaba y me ha dado más satisfacciones profesionales que ninguna otra labor que haya hecho antes.
Una puerta se me abrió. Pude haber dicho que no, por miedos profesionales, por temor al qué dirán algunos colegas (que siempre tienen algo negativo qué decir y de hecho lo hicieron), por temor a la repercusión que pudiera tener en los demás un desconocido escribiendo sobre algo que él mismo no había demostrado.
Pero me llené de descaro y dije: la puerta se abre, has estado esperando y ahora lo hace por casualidad, no puedes decir que no porque sabes que tú debes estar del otro lado.
Tal y como dice Diane, si la puerta a la que has tocado repetidamente se abre, no preguntas por qué se abre, simplemente atraviesas el umbral porque sabes que debes estar al otro lado, porque has venido trabajando fatigosamente para que eso ocurra. Las puertas de una discográfica no creo que se abran ante mí jamás, o la de una escuela de matemáticos ingeniosos y currantes, pero una que guarda detrás una profesión orientada a los libros, aquella donde se pide esfuerzo literario, conocimientos trabajados y conseguidos con dedicación hacia la escritura, esas se pueden abrir ante mí, en cualquier lugar, en cualquier momento: llevo trabajando mucho tiempo para eso. No esperen que me quede fuera aunque me inviten a fotocopiar contratos.
Si conocí al editor fue porque mi trabajo, en la profesión que ejerzo, me lo puso en el camino. Si la puerta se abrió uno entra, si estamos preparados para ello, la vida nos dará la razón. No creo que lo haya tan mal hasta ahora.