Cuba y Haití. Olvidar lo que es ser libre

blankRecientemente leí un artículo de Yosvani Anzardo Hernández realizando una entrevista a una haitiana que vive en Cuba y donde se hacía una comparación sobre las cosas que ha vivido esta muchacha en Cuba y las que recuerda de su país.
Es un poco sorprendente escuchar los comentarios de esta haitiana porque dice algunas cosas que, por sabidas, no les prestamos atención.

Por ejemplo, recuerda la importancia de la libertad de expresión de su país, donde eligen y quitan al presidente, hay internet y hacen huelga. Apunta también la importancia de que la policía no te persigue en tu negocio, no existe la alocada economía de la doble moneda que hay en Cuba y, sobre todo, tienes libertad para salir y entrar del país. Son verdades de Perogrullo pero los cubanos lo olvidamos o nunca lo hemos conocido. blank

Sin embargo deja muy claro también esta muchacha que ha tenido un hijo en Cuba por cesárea, operación que no le ha costado un centavo, y que en su país le habría costado dinero.

Este es el gran tema de esta comparación: dictadura con educación y salud gratis, o democracia sin servicios gratuitos.

No se debe olvidar que Haití, con su democracia y su libertad de expresión, es uno de los 10 países más pobres del mundo, donde la inseguridad ciudadana se ha convertido en un problema grave y donde la pobreza empuja a la gente a irse en balsas como lo hacen los cubanos.

Indudablemente ambos países son pobres. La macroeconomía, esos parámetros que el ciudadano de a pie desconoce, funciona mejor en Haití, pero las formas de distribución de esa exigua riqueza, son tan ineficaces que apenas llega al ciudadano.

Por el contrario Cuba es más pobre desde el punto de vista macroeconómico, pero la distribución que realiza el estado totalitario cubano es mucho más efectiva a través de la libreta de racionamiento. Esta forma de distribución es efectiva pero insuficiente. Un estado no tiene capacidad efectiva de mantener a todos los ciudadanos y debería darles la opción de crear su propia forma de vida para de paso ayudar al país. En Cuba esto es imposible.

El gobierno cubano sabe que más libertad económica implica más libertad política, y no está dispuesto a permitirlo.

Sin embargo entre los muchos parámetros que se miden para hacer las listas de pobreza y riqueza en el mundo están el acceso a la educación y la salud, y desde un análisis desprejuiciado de todo el contexto, viendo la realidad sin apasionamientos ni fanatismos, el cubano tiene acceso a ambas mucho más efectiva que un haitiano.

La educación y la salud han sido los grandes baluartes de la dictadura cubana, que ha tenido que agitar estos “supuestos” logros para que la comunidad internacional se fije en ellos y no en las miles de personas que el régimen ha fusilado, encarcelado, obligado a arriesgarse en las peligrosas aguas de La Florida.

Y digo supuestos logros porque el único beneficio verdadero del que puede vanagloriarse la dictadura es el acceso libre y para todos en educación elemental y la primera atención en salud.

Los que viven o han vivido en Cuba, saben que tienen un médico que lo atiende pero no pueden conseguir las medicinas que le recetan. Y de la misma forma saben que tienen un maestro que no les enseña los mínimos valores de la democracia, el respeto hacia opiniones contrarias ni la necesidad de luchar por alcanzar los mínimos derechos humanos para poder alcanzar otras metas superiores.

Pero esto no es válido para las subjetividades. Conozco más de un cubano que cuando conoce la libertad de expresión y los peligros que ella implica, incluso en democracias consolidadas como la española, prefiere regresar a la isla con la seguridad aparente que ofrece la dictadura.

En cualquier caso, Cuba, no tiene por qué ser como Haití cuando alcance la inevitable democracia. La falacia de repetir cada segundo que si Cuba abandona el socialismo se convertiría en otro Haití es una de tantas estrategias para frenar al cubano en la búsqueda del respeto de los derechos humanos. Como aquella de decir que Estados Unidos quiere invadir la isla.

Muchos olvidan que en la Cuba preCastro, la situación económica cubana era infinitamente mejor que la que tienen hoy Cuba y Haití juntas, y que se repartía mal la riqueza pero trabajando podías obtener lo necesario para vivir porque el acceso a las cosas necesarias era un hecho.

Si los cubanos queremos tener un futuro mejor no deberíamos mirar a Haití o República Dominicana, sino a Costa Rica, España o Chile, donde la democracia funciona de forma efectiva y se mantienen logros sociales que en Haití, por desgracia, no han sabido alcanzar.

Lo triste de los cubanos es que fuimos libres y dejamos de serlo por prebendas que son verdaderos derechos en otros países, y tiene que venir una muchacha de un país tan pobre como el nuestro, que en medio de su timidez, nos recuerde: “Ustedes olvidaron lo que es ser libre”. Para eso hemos quedado.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *