El Homer que llevamos dentro

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blankExisten dos famosas frases contra las cuales siempre me rebelo: “los políticos son todos iguales” –que casi siempre se dice  en gobiernos socialdemócratas, porque cuando lo hace la democracia liberal es la única mala, no el resto de los políticos de izquierda– y la otra frase es “En España no cabe un tonto más”. Con el tiempo he llegado a creer que ambas frases son casi optimistas.

Usted que ahora me lee, que por lo visto sabe español como yo, puede que tenga la inmensa suerte de conocer otra lengua desde nacimiento, digamos el cantonés (para irnos a lo más difícil). Ya que imaginamos hagamos como que yo también tengo esa inmensa suerte y conozco además del español el cubanés (permítanme la licencia ya que el gran Cabrera Infante creía en ello).

Si vamos a hablar entre nosotros, si vamos a comunicarnos (como ahora hacemos mientras yo escribo para que usted y otros me lean, y usted se detiene unos segundos a saber qué digo sobre lo que sea) intentamos buscar un punto medio para facilitarnos el traspaso de ideas, puede que sea una mezcla entre cubanés y cantonés, puede que sea cualesquiera de los dos, o el inglés, o puede que sea el español ya que ambos lo sabemos bien. Lo importante es que logremos transmitirnos las ideas para estar de acuerdo o discrepar, pero que nos entendamos sin complicarnos la vida.

Pues bien, ahora el Senado, una de las cámaras de España, ha decidido que se establezca un sistema de traducción simultánea para que todos puedan hablar en lenguas diferentes dentro del territorio español, y esto aunque todos los senadores saben una lengua común que todos hablan a la perfección por ser la oficial del estado y que todos han estudiado en el colegio desde niños.

La imagen es increíble, senadores que conocen una misma lengua, el español, con auriculares desde donde le traducen lo que dice otro en español a otra lengua española, digamos el gallego. Ver para creer.

Sin duda me encantaría saber muchas lenguas, incluso si me apuran hasta haría el esfuerzo por aprender catalán, gallego y hasta bable o euskera, pero si alguna vez me encuentro con un hispanoparlante que además sabe cualesquiera de ellas, ¿por qué complicarme la comunicación si no es para practicarlas?

Muchos seguramente me replicarán con la necesidad de que los demás idiomas oficiales de España tengan su lugar en la constitución, pero esta vez de hecho más que de derecho. Y es verdad, pero el jueguecito de hacer de Naciones Unidas con los idiomas de España nos cuesta a los ciudadanos doce mil (12000) euros por sesión. Y esto en tiempos de crisis económica.

Sin embargo, en crisis o no crisis, los senadores españoles (sean de la región española que sean) cuando sueltan los auriculares de traducción simultánea y salen a los pasillos en los descansos se hablan entre sí ¡¡¡en español!!! Lo que dice mucho de este esperpento que nos cuesta dinero a los ciudadanos.

Lo dicho (y lo siento por Homer Simpson, personaje que me cae más que bien) los políticos empiezan a parecerme, si no iguales, bastante parecidos entre sí; y sí, por supuesto que caben muchos más tontos en España.

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