«A life, Jimmy, you know what that is? It’s the shit that happens while you’re waiting for moments that never come.» (Lester Freamon)
Es difícil estar todo el tiempo sonriente. Todos en la vida tenemos altibajos, momentos felices o tristes y difíciles. Y cuando perdemos alguien querido, nos maltrata alguien a quien queremos, perdemos un empleo, o nos niegan un proyecto, un préstamo, un curso que anhelábamos, las ganas de sonreír visten alas.
La vida es intentar atraer la felicidad. Es decir, el objetivo más o menos final de cualquier ser humano es sentirse feliz; con dinero, un amor correspondido, un proyecto personal o profesional o mil etcéteras que son como agua y aceite en función de cada persona. Todos tienen su idea de la felicidad.
Pero si esa búsqueda no llega, o demora, o nos ponen obstáculos para alcanzarla, terminamos atrapados en el desasosiego, la tristeza, el desánimo. Podemos dejarnos atrapar en una apatía que nos obliga a la inacción, al miedo al siguiente paso, a esperar que nos caiga del cielo lo que antes luchamos sin éxito.
Ese es el gran error. Alguna vez leí que nadie da un centavo por alguien con el ceño fruncido; es algo que siempre debemos tener en nuestro horizonte.
Las personas que todo el tiempo arrastran problemas son un lastre. Aquellos que están siempre enfrentados al mundo, que hablan mal de todo y de todos, que llevan sus relaciones con el resto de los seres humanos con volubilidad, que abrazan mientras hacen de la vida motivo de conflicto hacia los demás, al que todo les sale mal y jamás escuchan argumentos; esas personas terminan cansando, terminan por agotar. Las personas de ceño fruncido exigen de nosotros una atención que no se merecen, nos obligan a desviar la atención de las cosas importantes para prestar atención a sus problemas.
Si terminas cayendo en estas actitudes del ceño fruncido, si alejas de ti la alegría, la sonrisa, estás acabado.
Hay que mirar el futuro no como algo por alcanzar sino como algo nuestro que aún no ha llegado, salir a la calle con ganas de enfrentarse a los problemas por grandes que sean y hacerlo con una sonrisa en los labios.
Si haces un análisis mesurado de tu vida siempre recordarás que cada vez que intentaste algo nuevo, cada vez que una idea loca pasó por tu cabeza –esas ideas locas que ideó la electricidad o descubrió la fuerza de gravedad– siempre tuviste alguien que te dijera: eso es muy difícil, eso es demasiado fantasioso, eso es muy costoso.
La idea es enfrentarse a esas voces –no siempre malintencionadas– que nos obligan a la apatía, al ceño fruncido, a sentarnos en una silla cuando hay caminos por andar.
La frase que encabeza este texto es de la magnífica serie norteamericana The Wire. El personaje de Lester Freamon, un solitario al que nadie presta atención porque parece medio loco, se ríen de sus ocurrencias hasta que terminan por considerarlo el genio necesario para hacer llegar a fin los proyectos a los que se enfrentan los personajes de la serie.
Dice Freamon:
“La vida, Jimmy, ¿sabes qué es? Esa mierda que pasa a tu lado mientras esperas que suceda algo que nunca llega”.
Por lo pronto, no pienso detenerme. Tengo motivos para la apatía, para el desánimo, para el ceño fruncido, pero no voy a permitirme que la vida pase por mi lado mientras nadie da un centavo por mí al tener el ceño fruncido.