prólogo al libro de Séneca publicado por Editorial El Barco Ebrio
continuación de la Primera Parte
¿POR QUÉ LUCIO ANNEO SÉNECA?
No pretendo hacer una biografía de Séneca. Para saber sobre su vida basta entrar en cualquier enciclopedia, incluso las poco fiables de la red y dar con la mayoría de los aspectos de su vida. De su quehacer me gustaría que nos fijáramos en algunos aspectos que permiten identificarlo como uno de los pensadores más interesantes de la humanidad, no sólo de la antigüedad.
Para comprenderlo es importante hacer un corte de su vida en partes, quizás dos grandes piezas aunque no cronológicamente unidas. Una primera dedicada al estudio profundo, con no pocas comodidades junto al poder de varios gobiernos de Roma. La segunda pieza es cuando cae en desgracia por varios emperadores; por un lado Claudio y Calígula, quien lo condena a muerte aunque después no ejecuta la sentencia por razones no del todo claras, y otro momento aún más importante, cuando deja de ser el tutor y consejero de Nerón, el siguiente emperador, que había sido su protector hasta entonces.
Si hubiese muerto en la primera etapa de su vida, la más vinculada al poder, lo que habría llegado a nosotros del filósofo estoico hubiesen sido los ripios históricos de un pretor romano. Séneca habría sido un político más, agazapado a la sombra del poder, donde el halago mentiroso y la oculta prudencia rayando la hipocresía, le permitieron sobrevivir sin grandes conflictos.
Pero cuando Séneca perdió el beneplácito de Nerón se convirtió en un problema para el mismo poder al que había servido. Su fortuna personal, su conocimiento de las intimidades del emperador y su propia forma de encarar el hastío hacia el gobierno ejercido por el emperador, lo forjaron como el blanco de las iras del poder.
Es esta paradoja, esta frontera entre las dos vidas de Séneca lo que hace de su filosofía un acicate para adentrarse en los textos que son la base de su ideario. Es en ese momento de alejamiento del poder, cuando Séneca se dedica por completo a profundizar la filosofía, y más que nada a escribir; tragedias, sátiras, pero en especial textos sociales, sobre el ser humano, la moral, la providencia, la felicidad. La vuelta a lo que siempre quiso, el alejamiento del poder (que recuerda El pez en el agua, que sirvió a Mario Vargas Llosa para purgar su pasado político) que dio los mejores textos que se recuerdan sobre la ética como materia de mejoramiento del ser humano. Sus escritos morales son los que en realidad contribuyen a la trascendencia de Séneca sobre la historia del pensamiento.
Desde el punto de vista de sus tratados morales y otros escritos y cartas, muchos de los que cuales afortunadamente han llegado a nuestros días, se puede considerar a Séneca como un representante del estoicismo, doctrina filosófica que tuvo sus inicios más de trescientos años antes de su nacimiento.
El estoicismo, como doctrina, e intentando resumir lo que está en la mayoría de sus textos, basa sus enseñanzas en la famosa teoría de la vida humana como un avance en espiral. Los estoicos no aseguran que exista un estado emocional o afectivo eterno en el ser humano, sino momentos como partes de un todo: de tristeza, reflexión, felicidad. No pocas veces se regresa al punto de inicio de este estado, se tropieza con los mismos inconvenientes, y sólo la experiencia del sabio, en profundo equilibrio con la naturaleza interior, nos ayuda a tomar las decisiones correctas para ser más felices.
Entendido de esta forma giramos para caer casi en el mismo lugar, aunque en un estadio superior. La vida es eso para un estoico: constante aprendizaje de ese movimiento cíclico. Hoy eres feliz, pero no lo seas tanto porque mañana estarás triste; hoy estás triste, mas no te preocupes, porque mañana serás feliz. Ante esta disyuntiva la solución está en la impasibilidad ante los embates de la vida, evitar caer en la tentación de las emociones haciendo un uso eficaz de la razón como método para llegar a la sabiduría.
Séneca es el más importante de los filósofos estoicos en su última etapa dentro del clasicismo grecorromano. Se ha llegado a considerar incluso que su ideario entronca posteriormente con el naciente cristianismo; en especial quizás, por sus agudas reflexiones del Bien y Mal, que luego serían elevadas a categorías de vida del Cristianismo.
Sin embargo, esto es cercano a imaginar la Historia. En Séneca otro de los aspectos fundamentales a tener en cuenta de su propia obra y de su vida, es la independencia de su pensamiento. Si tomamos en serio que ninguna ideología, grupo o partido llena completamente las apetencias de un hombre sabio –aquel que busca la verdad más allá de sus propias convicciones, idearios y respuestas evidentes– Séneca es un gran ecléctico de pensamiento.
Considerado filósofo práctico más que teórico, un análisis detallado de su obra lo aleja a menudo del estoicismo, y asume posturas más cercanas al cinismo y al epicureísmo. En casi cualquiera de sus tratados morales y en sus Diálogos, reivindica a menudo la capacidad de reflexionar por cuenta propia y de expresar sus propios argumentos a pesar de su origen y su doctrina base. Algunos han llegado a hablar de senequismo, aunque en resumidas cuentas, el grueso de su obra es de carácter marcadamente estoico.
El final de Lucio Anneo Séneca guarda algunas similitudes con el de Sócrates, aquel hombre sencillo e ilustrado considerado el más grande filósofo y el hombre más libre que haya existido. Tal fue el apego de Sócrates a esa libertad propia, que llegó a dejarse morir por mantener la máxima observancia entre su vida y sus creencias.
Séneca no fue ajeno a esta moraleja sobre la vida y las creencias propias. Luego de su rompimiento con el poder perturbado que ejercía Nerón, prestó, al parecer, su prestigio para una conspiración contra su antiguo benefactor. Descubierta y desmantelada la amenaza, Nerón dio orden de que Séneca se suicidara. Hecho que luego describió con gran dramatismo y emotividad Cayo Cornelio Tácito en sus Anales.
Todo sucedió, según Tácito, en un banquete donde Séneca cortó sus venas mientras hablaba tranquilamente con sus amigos. Al ver que su vida se escapaba, ingirió un veneno que tenía preparado para ese momento, hasta que cayó abatido. Al final Séneca había muerto entregando su vida por luchar contra la tiranía, la misma de la que antes había sido consejero intentando que no lo fuera.
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