Orden, Caos, y decisiones

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galaxia sombreroHagamos un ejercicio de especulación. Imagina un momento importante de tu vida, un hecho concreto donde tuviste que tomar una decisión crucial para el futuro (tu actual presente) y trata de organizar mentalmente tu vida hasta ahora, si hubieras decidido de forma contraria a la que entonces.

Dije sí o no a una confesión de amor, decidí ir a una entrevista de trabajo a la que no tenía ganas y resultó ser el trabajo de mi vida, un amigo me invita a una fiesta donde conozco alguien, las posibilidades son innumerables. Probablemente puedas imaginar, no uno, si no, varios escenarios posibles. Aquel hecho podría haber terminado de muchas formas distintas.

El gran problema de todo esto es saber si la decisión que tomamos era inevitable. Si hay una especie de predestinación para cada caso, si existe o no existe el libre albedrío de decidir conscientemente.

Hay opiniones para todos, desde que Dios elige por nosotros, hasta que somos absolutamente independientes para decidir, pero pasando por cientos de matices que mucha gente no advierte en el camino: creer en Dios, pero también en el libre albedrío; no creer en Dios, tampoco en el libre albedrío; o quien pasa de la libertad a la predestinación según el momento que le toque.

Las reflexiones me llegan viendo un capítulo de Elementary, el Sherlock Holmes americano, al que acompaña una guapísima doctora Watson que hace las delicias de los que somos heterosexuales.

Pero vamos al tema. Como en el original de Conan Doyle, Holmes ayuda a la policía a resolver crímenes, en este caso a la ciudad de Nueva York. En un capítulo los métodos poco ortodoxos del detective han derivado en tragedia para el departamento y un juez se cuestiona la ayuda sabiendo que la ley está obligada a seguir las reglas que Holmes no respeta.

En un diálogo, la doctora Watson le recrimina que a veces habrá que respetar las normas, que no siempre es posible saltarse todo para lograr el objetivo por muy bueno que sea al resultado final. La respuesta de Holmes es muy polémica, pero interesante:

El peligro de los reglamentos, Watson, es que proporcionan la ilusión de que llevar una vida moralmente aceptable es una tarea simple, de que el mundo actual se divide en blancos y negros. Bienvenida al mundo de los grises.

No tengo dudas de que las leyes y las normas que compartimos luego de varios siglos de prueba y error son necesarias para no sacarnos los ojos y los dientes unos a otros, pero la respuesta de Holmes me recuerda que no en todos sitios, ni en todos los momentos, las normas son infalibles. ¿Qué hacer cuando dos o más empresas pactan durante años los precios de un producto, cuando la ley mete presos a inocentes, cuando los bancos deciden dar cifras irreales del precio a que se prestan dinero entre unos y otros, cuando un juez, para meter a un delincuente en prisión viola también la ley?

Tenemos un hiato, un hueco terrible donde nuestro poder de decisión, nuestro libre albedrío, nuestra libertad para decidir, o como quieran llamarle, es una ilusión creada, no por Dios, si no por el poder de decisión de otros hombres. Aquí sí estamos jodidos.

Los que me conocen saben que nada odio más que el anarquismo y la sublevación callejera violenta. Que las turbas y los pasamontañas me desquician porque viví 35 años en un país que nació y aún vive de ello para reprimir opiniones contrarias, pero a veces cuesta imaginar la vida cuando el libre albedrío, en el que sí creo, está estropeado por otros hombres.

Saliendo de la política (que no me motiva en realidad) y volviendo a la realidad de las cosas, algunos aseguran que, en cada momento, existen circunstancias definitivas, perentorias, que determinan nuestra decisión en ese momento. Que por mucho que ahora imaginemos un presente diferente, es apenas una ilusión o una sensación de libertad imposible, porque si nos ponen en la misma situación, en las mismas circunstancias, con las mismas condicionantes de entonces, nuestra decisión seguiría siendo la misma: no existe por tanto el libre albedrío.

Por desgracia, nunca lo sabremos porque al parecer los viajes en el tiempo tienen algunas barreras que no parecen fáciles de saltar científicamente, al menos los viajes al pasado. Pero me niego a aceptar que no puedo decidir o que mis decisiones siempre estarán limitadas por las circunstancias consuetudinarias.

Hay estudios científicos muy serios que nos hablan de toma de decisiones en nuestro cerebro de forma intuitiva antes de que la razonada y tomada al final. Si fuera el caso nos pone patas arriba muchas de nuestras certezas sobre el proceso evolutivo.

No es nuevo, cada cierto tiempo me encuentro en algún sitio un cuestionamiento inclemente de las normas que nos creamos para no vivir en la anarquía, no puedo estar de acuerdo del todo con ello, pero por momentos recuerdo, como también aclara Holmes en el capítulo, que el mundo es algo más complejo y enrevesado que las normas que creamos para darle un cierto orden. Quizás sea especulativo, pero prefiero hacerlo, prefiero imaginar que sí puedo decidir, porque antes lo he hecho y en función de esas decisiones, he tenido unos resultados que esperaba. Si no creyera en ello, no podría escribir, amar, compartir, vivir.

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