Idioma español. No es ogro, pero tampoco príncipe

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Si quieres escuchar en audio:

blankRecién he visto un vídeo de un norteamericano que intentaba comparar el inglés y el español en cuanto a complejidad lingüística. Para él tiene mucha más dificultad tratar de aprender el inglés únicamente por los diversos sonidos que tiene el idioma de Shakespeare al unir las vocales, algo que no sucede en español.

Y aquí tiene razón. En idiomas que conozco, como el inglés y el francés (y no son los únicos donde sucede) las vocales tienen un sonido cuando están solas, y otro diferente si tienen un acento ortográfico (una tilde) o si están acompañadas de otra vocal. En español la unión de vocales o el acentuarlas, no cambia su sonido de manera sustancial como al estar solas. Aunque luego veremos que no es exactamente verdad. Pero hasta aquí lo fácil del español.

El idioma castellano o español, dejando de lado algunas cuestiones gramaticales, es sencillo si tratas de aprenderlo de forma oral, pero es un verdadero potro salvaje si intentas hablarlo o escribirlo de forma correcta en todos los casos y en todas las circunstancias.

Y no voy a repetir el mismo error que comete este norteamericano, y otros muchos, de tratar de establecer complejidades comparativas entre los idiomas que hablo. Es absurdo: todos los idiomas tienen elementos sencillos, todos tienen montañas que remontar, pero sí quiero hablar del idioma que aprendí de niño, el de mi familia y el que mejor conozco, y del porqué no es el príncipe magnífico que muchos creen.

Pretendo explicar, desde lo menos complicado a lo más difícil, por qué el español no es tan confuso que impida su aprendizaje, pero tampoco tan sencillo como pretenden mostrarlo algunos, sin conocerlo a fondo.

Como he dicho, para empezar a hablarlo requiere poco esfuerzo para los que tienen una lengua romance como base: las mismas letras y la mayoría de los signos similares (excepto la Ñ, que es nuestra peculiaridad del castellano –y algunas pocas lenguas que la han tomado o derivado del español– o el particular uso de la H, que es una curiosidad de varias lenguas romances).

Sin embargo, como peculiar es la letra Ñ, otra de las particularidades del español es su diversidad.

Se habla español o castellano en toda Latinoamérica, incluyendo Brasil, donde no es el idioma oficial, y luego en casi todo el planeta, incluyendo Estados Unidos, donde ya es la segunda lengua más hablada; en Asia (tienen Filipinas como ejemplo, donde fue la lengua oficial hasta finales de los años 80), Medio Oriente (zonas no pequeñas de Israel) y hasta en Oceanía. El idioma castellano cada año avanza en su expansión, creando aún más diversidad.

Esta inmensa diversidad del idioma español crea múltiples significados para una palabra de similar escritura (homógrafos), pero a la vez, permite la escritura de varias palabras para un mismo sonido (homófonos).

Veamos ejemplos:

Homógrafos

Botar (tirar a la basura) o (rebotar una pelota)
Cola (pegamento) o (apéndice trasero de algunos animales)
Sal (condimento de mesa) o (del verbo salir)
Llave (para abrir las puertas) (para cambiar neumáticos) o (sinónimo de grifo)
Pila (batería) (montaña de cosas) o (sinónimo de grifo)

 

Homófonos

Botar (tirar a la basura) / Votar (en unas elecciones)
Bate (instrumento para batear) / Vate (poeta o adivino)
Casa (para vivir) / Caza (casería)
Coser (con aguja) / Cocer (con cocina)
Cerca (próximo en distancia) / Cerca (delimitación, alambrado)
Vaya (del verbo ir) / Valla (anuncio publicitario)

¿Adónde voy con esto? Aunque exagero, existen casi tantas variantes del español como hispanohablantes o, ya sin exagerar, como países lo asumen como lengua oficial. Sí, la base es similar, y “amar”, “temer” y “partir tienen el mismo significado en La Habana, Filipinas o Guinea Ecuatorial, pero luego tienes palabras, que según el lugar donde hayas vivido, el maestro que hayas tenido o la variante del español a la que te hayas acercado, puede cambiar tanto su significado que, en unos lugares, con una frase estás haciendo algo cotidiano y en otros países hasta puedes meterme en un problema: como que en Cuba “Coger una guagua” es montar en un autobús, y en algunos sitios de Centro y Sudamérica, es cometer un abuso sexual contra un recién nacido.

Les puedo asegurar, estas variaciones regionales del castellano, sinonimias, homofonías, etc… vuelven locos a los estudiantes del español como lengua extranjera.

Vinculado a este punto, y aunque no es tampoco una característica única del español: mi impresión personal es que existen pocos idiomas que usen más la ironía y el doble sentido como se usa en español.

Estamos llenos de metáforas, frases hechas, símiles, porque hemos establecido históricamente un montón de temas, expresiones, hechos, actos humanos, que, por cuestiones morales, evitamos decir de forma evidente. Insisto, no somos únicos, pero en nacionalidades concretas o algunas variantes del español se llega a un grado tal que, incluso sabiendo mucho español, teniendo un manejo alto de la lengua y un fuerte conocimiento de su vocabulario, puedes cambiar de país, o tan sólo de región, y perderte sin entender absolutamente nada.

Decir en zonas de Cuba que “estoy de espaldas al caldero” para expresar que tienes hambre, o “estoy más liado que la pata de un romano”, para decir que no tienes tiempo en Andalucía, son bastante evidentes. Para mí una de las más llamativas fue descubrir que “poner a alguien a mirar pa’ Cuenca”, es una muy rebuscada manera de exponer que se usa la postura sexual del perro.

Así que, una misma frase puede ser lo uno y su contrario, y muchas veces decir algo no es literal, como decir que María está como un fideo, tiene ratones en la azotea, o es una vacaburra.

Otro tema que desquicia a los que intentan aprender el español: Lo disímiles artículos: definidos, indefinidos, demostrativos, posesivos y pronombres de todo tipo que cambian el significado o, cuando menos, la importancia de un sustantivo. Esto, por mi experiencia, es un dolor de cabeza en francés dado que luego en la pronunciación, tanto el género como, en muchos casos el plural y el singular, no tienen diferenciación clara (Les bébésLe bébé).

Aquí unos ejemplos en español:

 

Coche (masculino singular) – El coche – Un coche – Ese coche – Mi, tu, su, nuestro, vuestro, su coche.

Casa (femenino singular) – La casa – Una casa – Esa Casa – Mi, tu, su, nuestra, vuestra, su Casa.

Coches (masculino plural) – Los coches – Unos coches – Mis, tus, sus, nuestros, vuestros, susCoches

Casas (femenino plural) – Las casas – Unas casas – Mis, tus, sus, nuestras, vuestras, susCasas.

 

Un apartado nada sencillo lo tiene aquí el uso de Le, La, Lo.

Esto también le patea el estómago a muchos que intentan aprender español; y no solo. Muchos hispanohablantes, con un manejo alto y eficaz de la lengua española cometen errores con el leísmo y el laísmo.

Como decir La pedí disculpas, en lugar de Le pedí disculpas o responder Sí, le vi ayer, en lugar de Sí, lo vi ayer, si nos preguntan si hemos visto a Juan.

Otro gran problema para hablantes no nativos del español son los adjetivos, que son diversos y modifican la condición del sustantivo, incluso por su posición dentro de la oración. No es lo mismo decir “Pobres países” que “Países pobres”.

Otro de los carniceros quita puntos del idioma español: el uso de Ser y Estar.

En muchos idiomas se utiliza un mismo infinitivo para estas dos condiciones. Es el caso de To be, en inglés y Être, en francés, y luego, en función de los pronombres personales (yo,, élella, nosotros, ustedes, vosotros, ellos) cambia la conjugación, pero, en no pocos casos, se mantiene inalterable, aunque cambie el pronombre, y sólo podemos identificar a qué se refiere, de manera oral o escrita, por el contexto. Si digo “Je suis heureux”, en francés o “I’m happy”, en inglés, nadie sabe si es que estoy feliz circunstancialmente o lo soy siempre, salvo que haga una oración completa: “Je suis toujours heureux,o I’m always happy”.

¿Cuál es la complejidad que reviste en español? Que no es lo mismo “ser feliz” o “ser triste” que “estar feliz” o “estar triste” porque cambia el estado perenne o circunstancial en función de si uso Ser o Estar, y no necesitamos una oración completa con todo el contexto para identificarlo. Y si, además, incluyes un artículo indefinido en la frase “ser un triste” implica que debes revisar tu salud mental, porque lo tuyo ya es de siquiatría. Y este cambio de significados entre Ser y Estar, con sus respectivas conjugaciones, abruma a los que intentan aprender español.

Otro punto para detenerse con cuidado en el idioma español, y uno de los dos verdaderos espantajos de su aprendizaje: La acentuación.

Desde mi punto de vista, la acentuación en español no reviste demasiada complejidad. Probablemente para ti, nativo del español, que sueles leer bastante, tampoco lo es, porque ya lo tienes integrado de manera intuitiva y no te percatas de que poner una tilde o un acento, te nace sin pensar en las reglas.

No debería ser tan difícil. Tenemos una sola tilde en español, no tres como en francés, que usan una aguda (´étendre), una grave (`père) y una circunfleja (^Hôpital); y eso debería hacernos más sencilla esta regla española. ¡Pero no, no lo es!

¡Ojo!, un punto y aparte.

La tilde o acento no es el único signo de acentuación del español, porque tenemos diéresis (como también la tiene el francés), aunque en nuestro caso, salvo alguna excepción traída de otro idioma, sólo las usamos para la letra ü. El francés la utiliza para tres (ë, ï, ü).

En español tenemos palabras con diéresis muy interesantes como:

Ambigüedad – Pingüino – Bilingüismo – Sinvergüenza

A más de un aprendiz de español he escuchado expresar: Ambiguedad, Sinverguenza o Pinguino. Así que, no es del todo verdad que no tengamos sonidos diferentes uniendo vocales. Las tenemos de otra manera, como manguera o cigüeña.

Regresemos.

No, no es tan difícil acentuar en español. Para poner las tildes en español tienes que clasificar las palabras en tres, según el sonido de su sílaba tónica, es decir, aquella que más fuerte sonido tiene cuando la pronuncias (acento prosódico): (amarás que es una palabra aguda), (loco que es una palabra llana) y (brújula palabra que es esdrújula). También existen las sobreesdrújulas, pero son muy fáciles de identificar cuando ya conoces las otras tres. Y luego según esta tabla, colocas la tilde o no. ¡Fácil!, ¿verdad?

¿DÓNDE PONGO LA TILDE?

Las palabras… llevantilde…
AGUDAS cuando terminan en N, en So en VOCAL.
LLANAS cuando NOterminan en VOCAL, ni en N,ni en S.
ESDRÚJULAS Y

SOBREESDRÚJULAS

SIEMPRE.
MONOSÍLABOS NUNCA

(excepto si hay confusión entre dos palabras)

 

Pero me he dado cuenta que muchas personas con una excelente ortografía española, y que no cometen errores de acentuación, son incapaces de explicarte por qué una palabra se acentúa o no (lo cual, seamos sinceros, no reviste gravedad); o que, ante la duda de si una palabra lleva o no lleva tilde, sean incapaces de decidir con las reglas en la mano, lo cual ya es más importante. Y mi experiencia con los aprendices no nativos del español demuestra que este tema los trae de cabeza. ¿Por qué? Porque para saber si una palabra es llana, aguda o esdrújula, también debes saber dividirla en sílabas.

Así que, piensa conmigo, para colocar bien una tilde en español, debes saber dividir en sílabas (para esto también debes saber si existen hiatos y diptongos, lo que condiciona su división), conocer las sílabas que son átonas y tónicas (por lo que debes saber identificar el acento prosódico), y saberte las reglas. Insisto, es y parece sencillo; para los estudiantes del español como lengua extranjera, es una montaña que escalar. Y por lo general, si no sabes estos elementos puedes cometer errores tan incómodos como confundir el inglés, con las ingles, o que, en casos extremos como este, de un programa de televisión: no sepas si están dando una noticia o alguien ofrece servicios como sicario.

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Así que no, tampoco es del todo cierto, como vemos aquí, que las vocales en español no cambien su sonido cuando tienen tilde y cuando no lo tienen.

Y, por último, el verdadero ogro del español: las conjugaciones verbales.

Tengo que reconocer que una conjugación verbal difícil no es privativa del español. El francés se las trae, y el haber conocido antes el español, me abrió las puertas a que me entrara mejor en francés; y aún cometo errores orales, o tengo que revisar muchas de las conjugaciones antes de escribir.

Y no es sólo que, en español, un verbo sea difícil de conjugar según el pronombre personal y su número (sea singular o plural), es también la enternecedora locura de los irregulares donde un verbo como “Andar” no pueda conjugarse como “Andé” en pasado, sino como “Anduve”; o que “Caber” no sea “Cabo” en presente sino “Quepo”, o que “Ir” se conjugue de forma tan desquiciante.

Presente IR
Yo voy
vas
Él, Ella, Usted va
Nosotros, Nosotras vamos
Vosotros, Vosotras vais
Ellos, Ellas, Ustedes van
Vos vas

 

Por cierto, una curiosidad, para hacer este texto, tenía que escribir mal algunas conjugaciones. Imagina cómo de loco se volvió mi corrector de Word LTSC de 2021 cuando me rectificaba y yo insistía en usar mal la palabra.

Cuando a un estudiante de español como lengua extranjera le hablas de la conjugación verbal, le tiemblan las piernas. Pero ya si le dices que, dentro de esa conjugación, debe hacerlo en el subjuntivo, se desatan los infiernos. Y, por supuesto, los ejemplos que he puesto no son los únicos que tienen complejidad gramatical.

Hay más elementos del español que nos traen de los nervios. ¿Cuál es el tuyo?

Por cierto, te invito a un ejercicio: fíjate cuántas derivaciones, frases, adjetivos, etc… he usado en este texto para decir que algo es difícil. Te sorprenderás.

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